viernes, agosto 28, 2009

ANTONIA FRASER: María Antonieta

Este es de esos libros que me aguardaban hace meses en mi biblioteca, pero que, debido a su extensión, son más adecuados para leer en verano, cuando se puede encontrar más tiempo libre para disfrutar de este vicio tan absorbente que es la lectura. De vez en cuando me gusta dejar el género novelístico para adentrarme en la vida de algún personaje histórico, cuyas andanzas en muchas ocasiones son incluso más impresionantes que las que nos pueda narrar una obra de ficción. Y este es el caso de esta joven reina, que ha sido vilipendiada, adorada y criticada a partes iguales, pero con la que la historia, en líneas generales, ha sido un poco injusta. Sin embargo, Antonia Fraser realiza un complejo trabajo de investigación para llegar a la conclusión de que los defectos de María Antonieta fueron los de cualquier ser humano, y por el contrario la fortaleza que demostró en numerosas ocasiones la retratan en realidad como una mujer valiente a la que le tocó vivir una de las épocas más convulsas de la historia. Es así como queda reflejado en el párrafo final, que resume las principales conclusiones alcanzadas por esta historiadora:

"Comparada con la imagen escabrosa de una esposa malvada, manipuladora y extranjera, la verdadera esencia de María Antonieta se convirtió en una mera sombra. Tras mirar sin rencor al extraordinario viaje que fue su vida, cabe concluir que sus flaquezas, bien que manifiestas, fueron insignificantes frente a su desgracia. La mala suerte persiguió desde que pisara Francia a esta incapaz embajadora de una gran potencia, esta mujer a la que nadie quería, esta niña convertida en esposa, hasta el final, cuando devino el chivo expiatorio para el fracaso de la monarquía. Dejemos que la reina tenga la última palabra. "Oh, Dios mío -escribió en octubre de 1790- si tenemos culpas, sin duda ya las hemos expiado."

María Antonieta (1755-1793) era la hija del emperador Francisco I de Austria y de su imponente esposa María Teresa, una emperatriz con un peso político importante en la Europa del siglo XVIII. María Teresa tuvo siempre muy claro que sus hijas eran piezas fundamentales del entramado político de la época (en sus propias palabras: "han nacido para obedecer y deben aprender a hacerlo a su debido tiempo"), y María Antonieta no iba a ser una excepción. Con apenas catorce años, y con una educación bastante descuidada en algunos aspectos -al no ser una de las hijas mayores no se le dedicó tanta atención como a las demás princesas- fue enviada a París para contraer matrimonio con el futuro rey de Francia, Luis XVI. Los primeros años de su matrimonio fueron bastante difíciles, por la ausencia o escasez de relaciones entre ambos cónyuges debido a razones que aún hoy se desconocen, que hicieron imposible por el momento cumplir con una de las consideradas principales obligaciones en una soberana por aquel entonces: dar un heredero al reino. La falta de comunicación entre ella y su marido, comunicación que afortunadamente fue mejorando con el tiempo de forma considerable, hicieron que la joven centrara su atención en divertirse y en conocer a personas que pudieran aliviar su enorme soledad (de ahí esa imagen de una reina frívola y consentida que nos ha legado la historia, imagen que, siempre según Fraser, debe ser matizada).

Con el tiempo María Antonieta tendría un total de cuatro hijos, de los cuales dos fallecieron siendo pequeños, hecho que marcaría para siempre la personalidad de la joven reina. Más tarde los acontecimientos que condujeron a la revolución, y el estallido de la misma, convertirían su vida y la de su familia en una serie de episodios oscuros y de incertidumbre entre los cuales destaca el intento de huida de la familia real, que se convirtió en el primer paso para su caída definitiva. La autora narra con gran maestría todos estos sucesos, y es difícil no emocionarse ante los sufrimientos que María Antonieta experimentó en estos años, temiendo por la vida de su marido, sus hijos, sus amigos, y, cómo no, por la suya propia. Las acusaciones que la condujeron a su ajusticiamiento en 1793 eran tan absurdas como el rumbo radical que había tomado una revolución que terminó llenando las calles de Francia de muertos inocentes salvajemente asesinados.

Antonia Fraser trata de desmontar algunos de los mitos tradicionalmente asociados a esta soberana. Un ejemplo es su desmedida afición al lujo y a los tocados imposibles, costumbres que al parecer estaban bien asentadas en la corte de Versalles antes de su temprana llegada desde Austria. La autora destaca aspectos positivos de su personalidad, como el amor incondicional hacia sus hijos, el cariño y respeto que llegó a sentir por su marido, su afán por tratar de agradar a su familia austríaca en su papel de defensora de los intereses de Austria en Francia, o la entereza con que afrontó su juicio y su ejecución a muerte a pesar de la injusticia de las acusaciones vertidas contra ella. Por supuesto que la reina tendría sus defectos y sus flaquezas -todos las tenemos al fin y al cabo-, pero esta obra nos arroja un velo de humanidad nuevo que hace a María Antonieta más cercana, y le devuelve algunas de las virtudes que el tiempo y la memoria le han arrebatado.

Por cierto, Sofia Coppola se inspiró en parte en esta obra para realizar su película sobre la vida de María Antonieta, protagonizada por Kirsten Dunst.

domingo, agosto 23, 2009

JUAN JOSÉ MILLÁS: El desorden de tu nombre

Mi tercera incursión en Juan José Millás ha sido esta obra por recomendación de algunos de los que visitáis mi blog, y como viene ocurriendo con este autor, me ha vuelto a convencer. Aunque los temas de fondo son parecidos a los que enmarcan sus novelas posteriores (esta fue publicada por primera vez en 1988), no por ello deja de ser una lectura amena y sobre todo capaz de causar desasosiego en el lector. La mezcla entre ficción y realidad y la fascinación por el tema de la identidad vuelven a aparecer en esta obra, cuyos protagonistas son Julio Orgaz, un ejecutivo de una editorial que cae locamente enamorado de Laura, una mujer casada con la que mantendrá una apasionada relación, y el psicoanalista del primero, Carlos Rodó. Entre estos personajes se desarrolla un triángulo amoroso con consecuencias imprevisibles que acabará alterando sobremanera la vida de los tres implicados.

Laura es una mujer joven y guapa, que abandonó su trabajo para dedicarse a cuidar de su marido y de su única hija, Inés. Todos los días baja al parque con su pequeña, y será allí donde conocerá a Julió, por quien se siente atraida inmediatamente. Su matrimonio ya no le satisface, se siente sola y perdida, y la llegada de Julio constituye una bocanada de aire fresco que le dará fuerzas para renovarse, y además marcará el inicio de un giro brusco en su vida.

El verdadero protagonista de la novela es, no obstante, Julio. Es un personaje algo antipático conforme se le va conociendo -al menos eso me pareció a mí-. Es un editor que además trata de convertirse en escritor, pero aún no ha publicado nada, y envidia a aquellos más jóvenes que él que ya han sido capaces de demostrar su talento. Es significativo su encuentro con un joven escritor, Orlando Azcárate, que al no mostrarle el respeto que él espera debido a su cargo, hace que Julio llegue a oponerse a la publicación de su obra, aún reconociendo que ésta presenta una gran calidad. La novela que Julio proyecta en su mente tiene el mismo título que la nos ocupa, El desorden de tu nombre, con lo cual se confunden aún más realidad y ficción.

No quiero desvelaros mucho más de una historia que, de por sí, no deja de sorprendernos en cada página. Os diré que la trama da mucho de sí, y que realmente merece la pena dejarnos confundir por la pluma y los subterfugios de Millás. Cada vez encuentro más paralelismos entre este autor y Paul Auster, pues a ambos les preocupan temas similares. El de la identidad, ya mencionado, es uno de ellos, y otro podría ser el de las pequeñas casualidades que acaban cambiando el curso de nuestra vida. Desde luego, con respecto a esto último, no puedo estar más de acuerdo. Al fin y al cabo son esos acontecimientos nimios, sin importancia, los que muchas veces pueden hacernos tomar caminos completamente diferentes a los que habíamos planeado en un principio.

Por cierto, es curioso que los protagonistas de esta novela se llamen igual que los de otra de Millás que ya reseñé en este espacio, Laura y Julio. Si alguien conoce el porqué de esta coincidencia (si es que lo hay, y no se trata de otro de los juegos a los que tan dado es este autor), espero que sea tan amable de desvelarlo. Curiosa que es una.

Más reseñas de obras de Juan José Millás:
- El mundo
- Laura y Julio

lunes, agosto 10, 2009

PEDRO ZARRALUKI: Todo eso que tanto nos gusta

"Las guerras tienen una cosa buena, sólo una: nos enseñan con crueldad lo que estamos a punto de perder. La vida misma se muestra como lo que es, un tesoro frágil. En la guerra la vida es sagrada. Y sin embargo ahora, en estos tiempos miserables, la protegemos con cicatería, como el dinero cuando lo metemos en el banco. Ya no sabemos lo complicado, lo difícil, lo maravilloso que es sobrevivir. Eso sólo se sabe cuando se ha vivido una guerra o cuando uno se ha hecho tan viejo que vuelve a necesitar arriesgarse. No quiero una guerra, Dios me libre, pero sí emociones."

Con estas palabras resume Tomás, uno de los protagonistas de la historia, a su hijo Ricardo, lo que siente en un momento de su vida en que, harto de la rutina y de las costumbres, decide romper con todo y desaparecer en un pequeño pueblo de la costa catalana. Este es el argumento que lleva a Zarraluki, un escritor para mí desconocido pero que me ha convencido con esta novela, a hilar una historia plenamente humana, muy bella y con unos personajes que resultan más que reales. Un libro que se lee con verdadero placer.

Tomás es un arquitecto retirado que un día decide huir de su casa y desaparecer, provocando una gran inquietud en su ex-mujer y su hijo Ricardo. Este se marcha a buscarlo y afortunadamente lo encuentra en un pueblecito no muy lejos de Barcelona, donde parece ser que Tomás está a punto de iniciar una nueva vida. Las circunstancias personales de Ricardo, cuya novia le ha abandonado hace poco y con un trabajo del que se siente más que hastiado, influyen en la decisión de quedarse en el pueblo con su padre, al principio para "vigilarlo" y asegurarse de que está bien, aunque más tarde descubrirá otras razones para no volver a lo que quedaba de su antigua vida. Padre e hijo redescubren poco a poco su relación, en un ambiente completamente diferente al ajetreo de la gran ciudad, y rodeados por una serie de personajes que les enseñarán mucho sobre la vida y sobre ellos mismos. A medida que Tomás y Ricardo se reencuentran, el lector va conociendo la vida pasada de ambos, y las circunstancias que les han llevado a ambos a ser como son. Es, en definitiva, una historia sobre la vida misma, sobre la necesidad de reencontrarnos cuando todo parece haberse perdido, sobre la recuperación de la ilusión de vivir, y sobre las lecciones que los demás pueden enseñarnos si aprendemos a escuchar y dejamos de centrarnos en nosotros mismos.

Los personajes que Tomás y Ricardo conocerán en su aventura son igualmente interesantes. Lola es la dueña de la pensión donde ambos se alojan. Una mujer arisca y algo extraña que con el tiempo irá enseñando su verdadera cara y haciéndose mucho más sociable. Marcelo, un hombre fascinado por la literatura, y su esposa Paquita, siempre dispuesta a bromear a pesar de su ceguera. María, a punto de casarse, la taxista "oficial" del pueblo, posee la capacidad de ver cosas donde los demás no son capaces de encontrar nada, el don de "mirar a su alrededor y estar a gusto en ninguna parte", según el propio Ricardo. Y no podemos olvidar a la bella multimillonaria Bárbara Baldova, empeñada en restaurar una aldea minúscula para crear allí un lugar ideal donde artistas de todo el mundo puedan liberar su vena creativa sin tener que preocuparse por cuestiones económicas. También es un personaje curioso el de la madre de Ricardo, Cristina, empeñada en seguir manejando los hilos de un matrimonio que, aunque roto en el pasado, sigue en realidad muy vivo, y quizás la única que, conociendo de verdad a Tomás, es capaz de amarlo sin reservas, sin pedirle nada a cambio.

Aunque quizás el argumento pueda pecar de poco original, lo cierto es que la novela convence bastante, porque creo que todos hemos sentido alguna vez esa necesidad de escapar, de romper con lo que tenemos, de perdernos en algún lugar desconocido para encontrar la respuesta a esas preguntas que, por más vueltas que le demos, somos incapaces de responder. ¿Y qué mejor lugar para perderse y encontrarse otra vez que un pintoresco pueblo situado entre la playa y la montaña, donde el estrés y las prisas quedan en un segundo plano? Quizás eso es lo que más me ha gustado de la novela, que encierra un mensaje positivo: el cambio es posible, en cualquier momento de nuestras vidas. Sólo tenemos que iniciarlo, atrevernos a dar el paso. Y no se trata de huir físicamente de nuestro entorno, sino de dejar atrás lo que no nos gusta y buscar aquello que creemos que nos va a hacer felices, buscar todo eso que tanto nos gusta.

miércoles, agosto 05, 2009

IRÈNE NÉMIROVSKY: Suite francesa

Conocí a Irène Némirovski gracias a esa pequeña obra maestra titulada El baile, reseñada con anterioridad en este blog. En aquel librito me deslumbró su forma de trazar los personajes, su manera de reflejar lo podrido y lo enfermizo de algunas relaciones, y todo ello en una novela breve de poco más de 100 páginas. Pues bien, siendo esta Suite Francesa un proyecto mucho más ambicioso, creo que, a pesar de que se lee con cierto interés, queda por detrás de la obra antes mencionada. El proyecto de la novela comprendía cinco partes, pero la fatalidad hizo que Irène solamente pudiera terminar las dos primeras. En 1942 fue detenida y deportada al campo de concentración de Auschwitz, donde la escritora murió en agosto de ese mismo año. Poco después su marido corría la misma suerte. Fueron pues sus hijas quienes, sesenta años después, sacaron a la luz el manuscrito de esta inacabada obra y la publicaron en Francia en el año 2004.

Como le ocurría a El baile, donde la relación de la protagonista con su madre estaba inspirada en la relación real entre Némirovsky y su progenitora -una relación difícil y bastante gris por lo que sabemos- en esta obra encontramos, si no retazos de la propia vida de Irène, un retrato de la sociedad francesa de los años cuarenta en la cual ella misma vivió. El libro comienza con una primera parte, titulada Tempestad en junio, donde seguimos las aventuras de un grupo de personajes que deciden abandonar París ante la inminente ocupación nazi, y que demostrarán en dicho periplo sus miserias y sus virtudes, sacando lo peor y lo mejor de ellos mismos, como suele ocurrir en este tipo de circunstancias. Los Péricand son una familia de la alta sociedad francesa que deberán dejar de lado sus lujos y sobrevivir en un entorno rural saturado de exiliados que, como ellos, escapan de las ciudades que iban cayendo en manos de los alemanes. El escritor Gabriel Corte y Florence, su pareja, pasarán verdaderos apuros para poder llevarse algo que comer a la boca, pero Corte se negará a renunciar a unos privilegios que ya no tenían sentido en la Francia de aquellos momentos, apareciendo a nuestros ojos como un personajes anacrónico, anclado a una sociedad temporalmente destruida. El coleccionista de arte oriental Charles Langelet también es retratado de la misma forma, y demostrará una total falta de escrúpulos y de principios a la hora de garantizarse su propia supervivencia. Por último los Michaud, los únicos que parecen conservar su humanidad y sus valores en estos tiempos tan revueltos, representan a la clase social media-baja parisina. Para ellos lo más importante es su propio amor como pareja y la vida de su hijo, que lucha contra los nazis en el ejército francés. A ellos corresponde uno de los párrafos más bellos de la novela, un diálogo entre ambos que os dejo aquí por lo significativo de su contenido:

"- Qué extraño eres Maurice... Te han pasado cosas como para estar amargado y desencantado, y sin embargo no eres infeliz, quiero decir, interiormente. ¿Me equivoco?
- No.
- Pero entonces, ¿qué te consuela?
- La certeza de mi libertad interior -respondió Maurice tras un instante de reflexión-, que es un bien precioso e inalterable, y de que conservarlo o perderlo sólo depende de mí. De que las pasiones llevadas hasta el extremo, como ahora, acaban por apagarse. De que lo que ha tenido un comienzo tendrá un final. En una palabra, de que las catástrofes pasan y hay que procurar no pasar antes que ellas, eso es todo. Así que lo primero es vivir: Primum Vivere. Día a día. Vivir, esperar, confiar."

La segunda parte lleva por título Dolce, y está ambientada en un pueblecito francés, que también aparece en la primera parte, situado en la zona de ocupación alemana. Némirovsky nos narra aquí las difíciles relaciones entre dominantes y dominados, entre las que también llega a surgir en ocasiones la amistad y, cómo no, el amor. En este caso la principal protagonista es Cecile, una joven que convive con su suegra en un caserón cerrado a cal y canto al mundo exterior. El marido ce Cecile ha caído, al parecer, prisionero de los alemanes. La anciana mujer está totalmente en contra de los invasores, y además tiene en muy poca estima a su nuera, mientras que Cecile, feliz o más bien aliviada en parte por la ausencia de un marido al que no quiere y que le engaña con otra, no se muestra tan reacia a acercarse a los recién llegados, oportunidad que le vendrá dada por la presencia forzosa de un oficial alemán que vivirá un tiempo en la casa con las dos mujeres.

Es curioso que en este libro la autora no nos dé una visión negativa de los alemanes. La que sale mal parada es más bien la guerra, que es la culpable de la separación de padres e hijos, y de familias enteras. Es ella la responsable de tanto sufrimiento. Los alemanes destacados en Francia aparecen como soldados que han sido obligados a realizar una tarea, pero son retratados con tintes humanos y prácticamente en igualdad con los propios franceses. De hecho se insiste en que en su mayoría eran amables y pretendían agradar a aquéllos cuyas tierras habían ocupado de la noche a la mañana. Este retrato tan cercano y amable por parte de Némirovsky sorprende en parte al lector, más aún si conocemos el dramático final de la escritora. Claro que, si ésta pretendía que la obra fuese publicada y sin conocer cuánto tiempo permanecerían en suelo francés los invasores, es lógico que no criticase en su obra a los recién llegados. Pero todo indica que Némirovsky tenía sobradas sospechas de que su propio final era inminente y trágico, a tenor de las disposiciones que contra los judíos se estaban tomando en la misma Francia, y que ella misma sufrió al ver cómo sus obras dejaban de ser publicadas. Me quedo pues con una Irène interesada en reflejar aquello que realmente vio, y capaz de separar en su valoración a los dirigentes que ordenaron toda aquella masacre y a aquellos que, en la mayor parte de los casos, no tuvieron más remedio que obedecer si querían conservar su vida. Unos soldados que eran tan prisioneros como los propios franceses.

Yo he disfrutado mucho más con la segunda parte. Quizás por los personajes o por la historia que en ella se desarrolla, más viva y atrayente. La primera se me hizo un poco ardua. Al final del libro se incluyen además unos apéndices en los que aparecen notas de la propia autora sobre la obra que está escribiendo, acompañadas por correspondencia personal de Irène y su familia en el periodo anterior e inmediatamente posterior a su muerte . Es un testimonio desgarrador de la barbarie que supuso para millones de personas el sinsentido de la Segunda Guerra Mundial. Al cerrar el libro aún podemos ver a Irène, escribiendo ya muy lejos de París, aún sabiendo que, posiblemente, su obra sería póstuma (así lo dice expresamente en una de sus cartas). Lástima que no se equivocara.

Más reseñas de obras de Irène Némirovsky:
- El baile