viernes, febrero 27, 2009

ISAAC ROSA: El país del miedo

Me esperaba más de la nueva novela de Isaac Rosa, probablemente porque la primera obra que leí de él (¡Otra maldita novela sobre la guerra civil) me encantó, además de poseer un planteamiento muy original. No me ha ocurrido lo mismo con El país del miedo que, aún siendo también bastante curiosa y estando bien escrita, no está a la altura de aquella otra. Quizás la culpa la tenga el protagonista, Carlos, que se me hizo antipático desde el principio por ser un auténtico pusilánime. Creo que le cogí algo de ojeriza. Me ha ocurrido con algún otro libro leído con anterioridad, como la portera Renée de La elegancia del erizo, empeñada en aparecer como una ignorante ante sus vecinos. Hay personajes que se te atragantan, es inevitable, aunque posiblemente esta era la intención de Rosa al escribir el libro. Porque creo que pocas personas sentirán simpatía por el desdichado Carlos, cuya actitud a lo largo de la novela dejará mucho que desear.

La historia tiene dos partes que se van alternando a lo largo de los diferentes capítulos, siguiendo el esquema que Rosa ya trazara en su anterior novela arriba mencionada. En este caso asistimos a las desventuras de Carlos, un hombre de mediana edad casado y con un hijo adolescente, que teme prácticamente a todo lo que le rodea, o mejor dicho, que es plenamente consciente de todos los peligros que en la sociedad actual pueden acechar al ser humano. Esta "obsesión" no le impide desarrollar una vida más o menos normal, con ciertas manías destinadas a garantizar una mayor seguridad tanto de él como de los suyos, hasta que un suceso acaecido a su hijo convierte su ¿plácida? existencia en una especie de pesadilla. Un chico comienza a acosar a su retoño, maltratándole física y psicológicamente, y el descubrimiento de este hecho desvelará a Carlos la fragilidad en la que se mueven, lo peligroso que puede ser el mero hecho de ir a la escuela. Sin embargo lo peor va a ser el descubrimiento de su propia cobardía, de su falta de agallas para enfrentarse a un niño (él lo llama así en todo momento), que pronto comenzará a acosarle a él también, hasta el punto de hacerle la vida imposible.

Los capítulos que narran la historia de Carlos y su familia se alternan con otros dedicados a enumerar todos los posibles peligros y fuentes de miedo que podemos encontrar a nuestro alrededor. Esta ha sido para mí la parte más interesante. Rosa ha reunido en un solo libro todas las fobias, temores y oscuridades que pueden acecharnos en algún momento de nuestras vidas. De hecho es prácticamente imposible no reconocernos en alguno de ellos. Se supone que es el propio Carlos el que repasa para nosotros el siniestro listado en su cabeza, lo que sin duda volvería loco a cualquiera que en la vida real se encontrara en ese caso. Allí se citan miedos tan habituales como el miedo a la oscuridad, a ser heridos, a sufrir dolor, a ser atacados, secuestrados, torturados, o asesinados; el miedo a la enfermedad y sus consecuencias; a perder un hijo; y a otro tipo de macabros sucesos que desgraciadamente ocurren casi todos los días. Pero también aparecen temores menos habituales como el miedo a la guerra y a la violencia que esta conlleva; el rechazo a lo desconocido que se tiñe de xenofobia en muchas ocasiones (la consabida frase de "yo no soy racista pero..."), los estereotipos de terror inculcados por el cine desde pequeños, el riesgo de viajar a países considerados peligrosos, etc. Os dejo una de sus reflexiones que me ha parecido especialmente interesante:

"Aprendemos a tener miedo. Existe toda una pedagogía que desde el nacimiento nos enseña a qué debemos temer. Hay miedos heredados, claro, inscritos en la evolución genética tras milenios de evolución (...) Hay temores que parecen innatos, por ejemplo la oscuridad, un ruido fuerte, una luz cegadora, un rostro furioso que provoca el llanto de un bebé. Hay otros de transmisión cultural, asimilados, como memes que todos compartimos, que a todos inquietan por igual: ser encerrados, nadar en aguas profundas, ciertos animales de mala reputación, algunos insectos y reptiles, y muchos de los lugares del miedo en la ciudad y en el campo (...) Pero la mayor parte de nuestros miedos, aquellos que nos acompañarán de por vida, son resultado de un proceso educativo, los aprendemos (...) Tales enseñanzas, que en la infancia tienen un sentido instructivo a modo de lección a seguir, perviven en la edad adulta, adaptadas. La desconfianza ante los desconocidos, el miedo al extraño, al mundo exterior como una amenaza, no desaparece jamás, y las calles oscuras nos devuelven siempre a aquel bosque con lobo, de la misma forma que el último pederasta, el secuestrador de niños, es la enésima reencarnación del ogro que recorre las aldeas raptando chiquillos para luego devorarlos en su cueva; y a su vez el enfermo que se hace pasar por jovencita en un foro de Internet para concertar una cita con su próxima víctima es aquel lobo que engañaba a los inocentes cabritillos haciéndose pasar por su madre."

El final sí me ha gustado, aunque pueda tacharse de pesimista, pero me parece un buen cierre para la historia. No obstante creo que el peso de la novela recae en los capítulos dedicados a reflexionar sobre los motivos del miedo más que en la historia en sí, que quizás es demasiado simple. De todas formas hay que admitir que siempre es un placer leer a Rosa, que se está haciendo con un hueco en el panorama narrativo español, gracias a un estilo cada vez más propio y personal. No es una obra maestra, pero sí un ejercicio curioso de narrativa y una reflexión profunda sobre el origen de nuestros miedos y las posibles consecuencias de no enfrentarnos a ellos. Desde ese punto de vista sí que os lo recomiendo.

Más reseñas de obras de Isaac Rosa:
- ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!

lunes, febrero 23, 2009

EL CIRCO DEL SOL: Varekai

Nunca había ido a ver un espectáculo del Circo del Sol. Este año, en cuanto vi que venían a Sevilla por ¿tercera? vez no lo dudé y compré rápidamente las entradas. Llevaba mucho tiempo queriendo ver a unos artistas que todo el mundo describía como increíbles. Hace un par de semanas llegó el momento, y al fin pude entender por qué esta multitudinaria compañía ha conseguido encandilar a millones de espectadores de todo el mundo. Lo que ofrece el Circo del Sol no es un espectáculo de danza ni de acrobacias. Es mucho más. Son dos horas mágicas en que el tiempo parece detenerse y sólo hay sitio para la música, el arco iris del vestuario, las luces, los vuelos increíbles sobre el escenario, y las acrobacias imposibles de auténticos gimnastas forzándose hasta el límite de su capacidad. Ciertamente es algo singular, digno de verse, pues creo no haber contemplado nada parecido en toda mi vida. Cuando la función terminó, tras una lluvia de aplausos y vítores que parecía no tener fin, aún me sentía transportada por lo que había visto.

Aquí os dejo uno de los momentos más emocionantes, el vuelo de Ícaro, que me dejó sin respiración nada más comenzar el espectáculo. Claro que no es lo mismo verlo en directo, pero creo que la belleza de este número no necesita palabras. Espero que lo disfrutéis, tanto los que ya lo hayáis visto como los que no. Yo no pienso perderme en adelante ni uno solo de sus espectáculos. Me han seducido.

sábado, febrero 14, 2009

KHALED HOSSEINI: Mil soles espléndidos

Este es uno de los libros más emocionantes que he leído en mucho tiempo, si entendemos emocionante en el sentido de despertar nuestras emociones, hasta llevarnos de la lágrima a la sonrisa en unas cuantas páginas. Eso es lo que consigue la historia de amistad entre dos mujeres afganas, Marian y Laila, que el escritor afgano Hosseini convierte en la médula espinal de este hermoso libro que atrapa al lector nada más conocer a Marian al principio de la historia.

La novela nos transporta a ese complicado país que es Afganistán, haciendo un repaso de toda su historia reciente, desde la invasión soviética de los años 80 hasta la caída de los talibanes tras los ataques de Estados Unidos en el 2001. Marian y Laila viven así todas las desdichas que significa habitar en un país sumergido en continuos enfrentamientos. Como mujeres que son, el régimen talibán es extremadamente cruel con ellas, negándoles la posibilidad de una vida digna, arrebatándoles sus derechos y amparando el maltrato y las humillaciones a que son sometidas una y otra vez.

La historia comienza con Marian, una niña harami (bastarda) que aguarda con impaciencia la llegada de los jueves porque es el día en que su padre, Yalil, se acerca a la casa donde vive con su madre a visitarla. A pesar de las advertencias de su madre, que le tenía expresamente prohibido el acercarse a la ciudad a buscar a su padre, un día Marian la desobodece y marcha en pos de su progenitor. Esa decisión, que le llevará a conocer quién es en realidad Yalil, desencadenará una serie de acontecimientos que cambiarán su vida y acabarán llevándola a vivir a Kabul.

El libro no es fácil de leer, por la dureza de algunos de sus pasajes. Marian caerá muy pronto en las garras de un marido violento que la maltratará una y otra vez. La vida no le sonreirá, al menos hasta encontrar una Laila, una chica joven que se convertirá en su más fiel aliada. La amistad entre ambas mujeres será la tabla de salvación para ambas, y les proporcionará momentos de felicidad en su lucha diaria por sobrevivir y por ser respetadas.

Debo reconocer que, cuando empecé a leer el libro, llegó un momento en que comenzó a enojarme. Tenía la impresión de que el sufrimiento era excesivo, que las desdichas de las protagonistas eran interminables, y eso me agotaba. No me apetecía seguir leyendo una desgracia tras otra. Llegué incluso a plantearme si continuar o no con su lectura, habida cuenta de que ésta coincidió con los brutales ataques de Israel a los palestinos de hace unas semanas, lo que le daba aún más visos de realidad a la historia, más verismo. No obstante, hice de tripas corazón y continué. Y ahora me alegro, porque es ciertamente una lección de humanidad lo que nos brinda Hosseini en este libro. Una historia de superación y segundas oportunidades, donde al final, a pesar de lo densa que puede llegar a ser la oscuridad, siempre hay lugar para un rayo de luz, por pequeño que sea.

Que esa esperanza no se apague nunca para los afganos. Ojalá que puedan vivir pronto el final feliz que se merecen.

martes, febrero 03, 2009

La clase (Entre les murs)

Esta es una película que mucha gente debería ver. Los que nos dedicamos a la docencia, porque nos sentiremos identificados con muchas de las situaciones que aparecen en ella. Y los que -por suerte o por desgracia- están lejos de las aulas, porque es necesario que la sociedad sea testigo de lo que ocurre hoy en día dentro de los institutos de secundaria. Y es que, a pesar de que la película analiza una situación límite, los adolescentes que en ella aparecen son muy parecidos a los que nos podemos encontrar en cualquier lugar: insolentes, apasionados, manipuladores o nobles, dependiendo de la situación y el momento. No hay buenos ni malos. Todos tienen su cara y su cruz. Son personajes reales, creíbles, y lo más impresionante de estos actores, que bordan su papel, es que ni siquieran son actores en realidad. Son alumnos de un instituto francés que durante un año, se prepararon junto a sus profesores para participar en la película. El resultado es una cinta con visos de documental, sincera y emotiva, que hace respirar al espectador el verdadero ambiente de un centro educativo en la actualidad.

El protagonista del film es un profesor de lengua, François, cuyo papel es interpretado por François Bégaudeau, autor del libro en el que se inspira el largometraje. A diferencia de la película, el libro no ha despertado demasiadas pasiones, y sus críticas no son muy favorables. Sin embargo, la adaptación cinematográfica que ha realizado el director Laurent Cantet está llena de vida, y ha sido premiada con la Palma de Oro en el último festival de Cannes.

Los alumnos de François son muy diferentes entre sí. Los inmigrantes tienen una fuerte presencia en su aula, y muestran actitudes muy distintas ante los retos planteados por el profesor. Éste trata en todo momento de atraerse a los alumnos y de conectar con ellos, cayendo a veces (según mi punto de vista) en un colegueo excesivo. No obstante, los que un día le escuchan y le atienden con más o menos interés, al día siguiente se muestran insolentes e incluso desafiantes, mostrando el frágil equilibrio que se establece en ocasiones en una clase. Los adolescentes tienen un humor cambiante, a menudo pierden los nervios y se alteran con facilidad, y aunque el profesor es consciente e intenta no caer en sus provocaciones, a veces es inevitable el conflicto, el choque, y esta es la situación que la película aborda de una manera más que inteligente. Las posibles consecuencias que las sanciones impuestas por un centro educativo pueden tener en la vida de un alumno es otra de las cuestiones que aparecen en la pantalla, y dan pie a un interesante debate entre los propios profesores.

El instituto es un pequeño mundo donde se establecen relaciones complejas, en las que tanto alumnos como profesores tienen mucho que aprender los unos de los otros. Esta realidad es la que La clase intenta reflejar, en un alarde de buen cine y sinceridad que se agradece cuando una lleva ya unos cuantos años dedicada a estos menesteres, y cuando los profesores no gozamos de demasiada simpatía en la sociedad que nos rodea. Nos acusan de trabajar poco y no esforzarnos lo suficiente, de no saber ponernos en el lugar de nuestros alumnos. De disfrutar de unas vacaciones interminables y en cierto modo inmerecidas. Muchos no se paran a pensar la cantidad de horas extra que nuestro trabajo conlleva. El hecho de que para la mayoría de nosotros la jornada escolar sigue en casa, donde siempre hay clases que preparar y exámenes que corregir, fines de semana incluidos. No son conscientes de la dificultad que entraña el tratar con personas que tienen opiniones tan variadas y que atraviesan una etapa decisiva en sus vidas, en la que todo se magnifica y en la que es fácil anteponer otros muchos intereses por encima de los estudios. Siempre he pensado que la educación es una de las profesiones más fascinantes que hay -en caso contrario no podría dedicarme a esto- pero por esa misma razón es capaz de absorberte a veces hasta límites insospechados. Y el apoyo de todos los colectivos que no pertenecen a este mundillo, especialmente el de los padres y madres de nuestros alumnos, es fundamental. Al fin y al cabo todos ganamos si conseguimos una educación de calidad. Estamos sembrando futuro.

Bien por Cantet, por escoger este tema y por convertirlo en una película interesante y amena. Y bien por los actores, que realmente no lo parecen en ningún momento. No perdáis la ocasión de ir a verla si podéis.