domingo, septiembre 28, 2008

Adiós Paul


Cada mirada se hurta

cada boca enmudece
cada párpado cae
cada estrella caduca

Idea Vilariño

Paul Newman (1925-2008)

domingo, septiembre 21, 2008

ALBERTO MÉNDEZ: Los girasoles ciegos

Llevaba mucho tiempo queriendo leer este libro, pues habían llegado a mis oídos muy buenos comentarios sobre él. Así que, cuando se estrenó su adaptación cinematográfica, y para evitar lo que me ocurriera atrás con Expiación, me fui corriendo a una librería a comprarlo para no dilatar más su lectura. Ahora estoy deseando ver a Javier Cámara y Maribel Verdú en una película que, no obstante, sé que será dura y terrible, pero presiento totalmente necesaria para todo aquel que quiera disfrutar de un rato de buen cine. Del mismo modo, si amáis la literatura, bien escrita y profunda, la que es capaz de dejar una huella imborrable con el paso del tiempo, no debéis dejar de leer este libro, corto pero plenamente intenso en emociones y en destrezas literarias. Transcribo aquí unas líneas para que juzguéis por vosotros mismos:

"El invierno estaba pegado a los balcones acechando la tibieza y el olor a achicoria del interior de la casa."

"Madrid estaba al fondo como un escenario, salpicando la tibieza del aire con los perfiles de una ciudad apagada que la luna dibujaba a su pesar."


"Hay
una oscuridad para los vivos y una oscuridad para los muertos, y el capitán Alegría las confundió porque no trató de abrir los ojos, pero al oír su propio llanto supo que aquél no era el silencio de los muertos. Estaba vivo."

Lástima que este sea el primer y único libro de Alberto Méndez, un autor que falleció en 2004 y que alcanza aquí cotas muy altas en lo que a calidad literaria se refiere. Su prosa está teñida de poesía y de hondas reflexiones, que dejan al lector la impresión de que cada frase, cada párrafo, está pensado con la precisión propia de un relojero. Ninguna palabra sobra ni falta en estas páginas. En este sentido, pocos reproches pueden hacerse a esta recopilación de cuentos que ha ganado varios premios y ha sido ya traducida a nueve idiomas.

Son cuatro las historias que vertebran el libro, fechadas en los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, desde 1939 hasta 1942. La última de ellas, la más bella desde mi punto de vista, la más emocionante (en el sentido de despertar emociones, de hacer sentir de verdad al que la lee), es la que da nombre al libro. Los personajes de cada uno de los cuentos son distintos, aunque las historias no son completamente independientes y guardan relación entre ellas. Los protagonistas tienen el sello de lo inolvidable, de ser personas fuera de lo común que el autor consigue hacer creíbles a fuerza de darles humanidad: el capitán del ejército franquista que decide rendirse el mismo día de la victoria de su bando sobre los republicanos; el adolescente poeta que se enfrenta a lo más bello y lo más terrible de la existencia tras huir con su joven novia embarazada; el preso político que, teniendo en sus manos la llave para escapar de una muerte segura, decide ser fiel a la verdad aún sabiendo las terribles consecuencias de dicha decisión, y por último la historia de Elena, convertida en objeto de deseo de un religioso tenaz que traerá la desgracia escondida en su sotana, y que en la pantalla están interpretados por dos grandes actores como son Maribel Verdú y Javier Cámara.

Conociendo el trasfondo que rodea a los cuatro cuentos es fácil concluir que no nos encontramos ante un libro fácil de leer. Son historias duras que, a pesar de que no tengan una base real, reconocemos como verosímiles, aunque cambien los rostros y los nombres. Personas que se vieron atrapadas por unas circunstancias terribles, dispuestas a luchar por sobrevivir, pero decididas a renunciar a la vida si ésta suponía dejar a un lado los valores que habían defendido hasta el momento. Eso es lo que convierte a estas historias en algo fuera de lo común.

Aunque pueda parecerlo a primera vista, no creo que Los girasoles ciegos caiga en el maniqueísmo de dividir a la sociedad española entre los vencedores malos y los vencidos buenos. Hay que ir más allá. Una reflexión de uno de los protagonistas puede ser la clave en este aspecto:

"¿Son estos soldados que veo lánguidos y hastiados los que han ganado la guerra? No, ellos quieren regresar a sus hogares, adonde no llegarán como militares victoriosos sino como extraños de la vida, como ausentes de lo propio, y se convertirán, poco a poco, en carne de vencidos. Se amalgamarán con quienes han sido derrotados, de los que sólo se diferenciarán por el estigma de sus rencores contrapuestos. Terminarán temiendo, como el vencido, al vencedor real, que venció al ejército enemigo y al propio. Sólo algunos muertos serán considerados protagonistas de la guerra."

¿Cabe añadir algo más? La guerra sólo deja desolación y muertes. Muy pocos son los que salen victoriosos de ella, muchos pierden algo o todo lo que les ataba a la vida. Alberto Méndez ha escrito uno de los libros más hermosos sobre las terribles consecuencias de una guerra que, aún después de tanto tiempo, sigue estando muy presente en las mentes de miles de españoles. De ahí que sea necesario que la literatura, y el cine, no la releguen al poso del olvido.

viernes, septiembre 12, 2008

Un viaje de dos años

Parece mentira que ya hayan pasado dos años desde que inicié esta aventura que se ha venido llamando Perdidaentrelibros. Durante este tiempo el blog se ha convertido en una de mis mayores satisfacciones, aunque a veces no encuentro el tiempo necesario -supongo que nos sucede a todos- para comentaros muchas cosas que me gustaría compartir con vosotros: lo que disfruté el otro día con la película de Mamma Mía; el descubrimiento gracias a mi amiga Ernestina (gracias guapísima, eres un sol) de una poetisa increíble, Idea Vilariño, de la que os hablaré algún día; los nervios de los primeros días de clase que cada vez están más cerca... Aunque los libros siguen siendo el protagonista indiscutible de este espacio, pues fueron los culpables en cierto modo de su nacimiento, he disfrutado muchísimo relatando las anécdotas de mis escapadas, comentando algunos artículos de la prensa que me han llamado la atención, o incluso compartiendo algún poema o alguna creación propia que han irrumpido medio a escondidas por aquí. La posibilidad de crear y mantener esta rincón es un regalo, y vuestras visitas y comentarios son la mejor recompensa por las horas invertidas en ello.

Espero poder seguir con esta tarea durante mucho tiempo más -ya veremos cuánto, la vida da muchas vueltas, para bien y para mal- porque ciertamente creo que merece la pena. Es enriquecedor completar mis impresiones de las lecturas con las vuestras. Los libros se vuelven más interesantes, se hacen redondos con la incorporación de otros puntos de vista, y para los devoradores de libros supongo que es casi una necesidad que esto sea así.

Por otra parte he tenido la oportunidad de conocer otros blogs que me han fascinado, con gente estupenda detrás que a veces siento tan cercanos como si vivieran en mi misma ciudad. La lista de blogs que me gusta visitar se hace cada vez más larga, y resulta difícil estar al día de todas las entradas, pero es un placer encontrar un ratito para perderme en esos rincones personales con tanta vida y tantas cosas que contar.

Por ello quería celebrar con todos vosotros este segundo aniversario, dando mil gracias a todos los que habéis pasado por aquí, y a los que lo hagáis en el futuro. Es un placer compartir esta experiencia, y espero poder seguir haciéndolo en el futuro. Como regalo de aniversario os dejo un extracto de uno de mis poemas preferidos, Ítaca de Kaváfis, que fue el que escogimos a finales del curso pasado para despedir a los compañeros que se iban para desearles muchísima suerte en el camino que acababan de emprender. La misma que os deseo a todos vosotros. Un abrazo.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta

si tu pensamiento es elevado, si una exquisita

emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes

y el feroz Posidón no podrán encontrarte

si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,

si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,

que sean muchos los días de verano;

que te vean arribar con gozo, alegremente,

a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,

y comprar unas bellas mercancías:

madreperlas, coral, ébano, y ámbar,

y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto

para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

sábado, septiembre 06, 2008

VASILI GROSSMAN: Vida y destino

Vida y destino no es un libro fácil de leer. Ya lo intuía antes de abrirlo por la primera página. Y esta dificultad radica no sólo en su extensión (1113 páginas), sino en la cantidad de personajes que aparecen en él -tantos que se ha incluido al final del libro un anexo para aclarar quién es quién-, el cambio constante en la novela de un escenario a otro, y la dureza de los acontecimientos que Grossman nos narra. No obstante, ello no es óbice para destacar a esta novela como una verdadera obra maestra, uno de esos libros con pasajes que se agarran por dentro y no te dejan en mucho tiempo. Un libro emocionante e imprescindible para conocer el impacto brutal que el estalinismo y la Segunda Guerra Mundial tuvieron en Rusia.

Grossman vertió mucho de su propia biografía en la novela, y fue testigo de la mayor parte de los acontecimientos que en ella se narran. Así ocurre por ejemplo en la batalla de Stalingrado, uno de los sucesos claves de la guerra, donde el propio autor trabajó como corresponsal del periódico Estrella Roja. Él mismo sufrió la represión estalinista en lo que se refiere a la publicación de su obra pues, aunque la finalizó en 1960, en plena era Kruschev, por lo que pensó que su salida a la luz sería relativamente fácil, se equivocó. De hecho Grossman murió en 1964 creyendo que su novela jamás sería publicada, pues todas las copias menos una fueron destruidas en vida del autor. Esa única copia que sobrevivió sería finalmente editada en francés en 1980.

La mayor parte de los personajes están relacionados entre sí por lazos familiares o de amistad. Sin embargo, en el momento en que transcurre la acción se encuentran diseminados por toda la geografía rusa, debido a los designios del destino impuestos por las purgas estalinistas y por la misma guerra. De este modo los escenarios más diversos se alternan en el relato, desde los campos de concentración alemanes hasta el Stalingrado sitiado de la guerra o la dureza de la estepa calmuca. Gracias al anexo mencionado más arriba, el lector puede recordar la filiación de cada uno de los personajes, pues es fácil olvidarlo cuando se produce alguno de esos cambios de escenario. Por otro lado, Grossman añade una dificultad extra al utilizar distintas denominaciones para algunos personajes, lo que desconcierta al lector exigiéndole sin duda un esfuerzo de atención suplementario. Entre todo este maremágnum de identidades, algunos de esos personajes cobran una intensidad especial. Esto ocurre con el físico Shtrum, cuyas vivencias personales se entretejen con las del autor, y que tiene que sufrir en sus propias carnes el dilema moral de denunciar una injusticia arriesgando su trabajo, o callar y ser fiel a las directrices del régimen para no sufrir represalias. O con el comisario Krímov, que acaba siendo víctima del totalitarismo de un sistema que él ha defendido con entereza.

Pero si uno se arma de paciencia y está dispuesto a realizar dicho esfuerzo, Vida y destino es una obra mayúscula. Hay momentos en ella de una intensidad arrolladora, tanto que secuestran al lector, por muy dramática que sea la situación narrada. Ello ocurre con la carta que la madre de Shtrum envía a su hijo desde el campo de concentración donde está presa, o con la descripción de la muerte de un grupo de judíos en una cámara de gas. Es en estos momentos cuando la prosa de Grossman alcanza una belleza y una altura que se han conseguido en muy contadas obras de la literatura universal. Además son habituales las reflexiones de orden moral en toda la novela, reflexiones que nos hablan de un autor enamorado de su país, defensor del comunismo pero despojado de los excesos del totalitarismo en que se acabó convirtiendo, acérrimo enemigo de la violencia y con una fe absoluta en la bondad que esconde el ser humano y que es susceptible de salir a la luz incluso en la más adversa de las situaciones. Es lo que se desprende de palabras como éstas:

"El fascismo y el hombre no pueden coexistir. Cuando el fascismo vence, el hombre deja de existir, quedan sólo criaturas antropoides que han sufrido una transformación interna. Pero cuando es el hombre, el hombre dotado de libertad, razón y bondad, el que vence, es el fascismo el que muere y aquellos que se habían sometido a él vuelven a ser hombres."

"Todos los hombres son culpables ante una madre que ha perdido a un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia de la humanidad todos los esfuerzos que han hecho los hombres para justificarlo han sido en vano."

"Cuanto más se abren ante mí las tinieblas del fascismo, más claro veo que lo humano es indestructible y que continúa viviendo en el hombre, incluso al borde de la fosa sangrienta, incluso en la puerta de las cámaras de gas."

"Era imposible imaginar que aquellos cadáveres, con la boca y los ojos hundidos, hubieran sido hasta hace poco seres vivos con nombres y direcciones, hombres que decían: "Bésame amor mío, querida, y sobre todo no me olvides", que soñaban con una jarra de cerveza, que fumaban cigarrillos"

A pesar de sus dificultades, estamos ante una de esas obras que se publican muy de cuando en cuando y que merecen una especial atención. Merece la pena adentrarse en esta epopeya rusa, sortear sus complejidades y realizar un sobreesfuerzo cuando sea necesario. La recompensa es muy gratificante, tanto desde el punto de vista literario como humano. Es el legado de un hombre y de una forma de pensar -la creencia en la libertad y la dignidad del ser humano por encima de todo- que ha sido el motor del cambio en la historia y debería seguir siéndolo en el futuro. Y eso no conviene olvidarlo jamás.

He tomado los datos de la biografía de Grossman de una estupenda reseña que no puedo dejar de recomendar aquí, que profundiza mucho más que esta servidora en el análisis de la novela: El lector a la sombra: Vida y destino de Vasili Grossman

miércoles, septiembre 03, 2008

Las cadenas de John Grisham

Me sorprendió la honestidad que demostró John Grisham en una entrevista que leí hace poco en El País Semanal. El autor (que admite que lo que él hace no es literatura) confesó su rígida disciplina a la hora de trabajar, un método que le ha permitido publicar una gran cantidad de libros (muchos de ellos best sellers) y vender más de 25o millones de ejemplares en todo el mundo. Es el ejemplo perfecto de la literatura concebida como un simple negocio de entretenimiento, de lo cual Grisham es perfectamente consciente:

"Tengo muy presentes a mis lectores. Ellos son la razón de todo esto. Son increíblemente fieles, aunque, en cierto modo, estoy sometido a sus exigencias. Mis fans saben perfectamente cuál es la fecha de publicación de mis libros, y esperan pacientemente a que llegue. Pero no me puedo salir mucho del guión. A veces me gusta probar con otro tipo de libros, pero si lo que publico no es un thriller legal, a mis lectores no les hace mucha gracia (...) En este sentido estoy un poco atado: siento que no les puedo defraudar, así que intento darles un buen libro de suspense legal cada año."

Cuando el periodista le pregunta sobre la línea divisoria entre entre literatura y entretenimiento, Grisham contesta:

"Yo sé que lo que yo hago no es literatura. Para mí, el elemento esencial de la ficción es el argumento. Mi objetivo es conseguir que el lector se vea impelido a pasar las páginas a toda velocidad. Si quiero lograr eso, no me puedo permitir el lujo de distraerlo. Tengo que mantenerlo en vilo, y la única manera de hacerlo es utilizando las armas del suspense. No hay más. Si me pongo a intentar entender las complejidades del alma humana, los defectos de carácter de la gente y cosas de ese tipo, el lector se distrae, y eso es un lujo que no me puedo permitir."

Aunque es de agradecer su sinceridad a la hora de responder estas preguntas, no he podido evitar sentir cierta pena al leer estas afirmaciones, y eso que estamos hablando de un hombre al que sus obras han hecho bastante rico. Me parece triste que un escritor (aunque sea de best sellers) se sienta atado de esa manera por su público, que según las palabras de Grisham, aparecen un poco "aborregados", pues no quieren oír hablar de posibles cambios en la forma de escribir de su idolatrado autor. Me resulta triste también que su objetivo sea que el lector pase las páginas del libro lo más rápido posible, sin pararse a disfrutar de la magia de la lectura, de esas frases que a veces leemos y releemos para interiorizarlas y sentir con mayúsculas lo que quieren transmitirnos.

Esa tristeza está escondida tras las mismas palabras de Grisham a lo largo de la entrevista, que trasluce una especie de lamento personal por la pérdida de libertad que ha sufrido como autor. Creo que Grisham se ha convertido en un esclavo de su propio éxito. Y eso es algo muy grave para un escritor, por muchos millones que gane cada vez que publica un best seller. Quizás si se olvidara del público y de las cifras de ventas sería un buen novelista, y sería capaz de llegar mucho más lejos a la hora de escribir. Perdería lectores -y ceros en su cuenta corriente, sin duda- pero ganaría libertad. Todo tiene un precio.