Anna Frank, Rembrandt, Van Gogh, Rubens... Vengo cargada de recuerdos, de momentos robados a la historia y de visiones de arte maravillosas. Y cómo no, de sabores y olores inolvidables. Holanda y Bélgica tienen eso y mucho más.
¿Qué deciros de Amsterdam? Supongo que muchos de vosotros ya habréis paseado por sus canales, viendo las curiosas casas flotantes que jalonan toda la ciudad. También habréis podido disfrutar de las obras de Vermeer y Rembrandt en el Rijksmuseum (la hipnótica Ronda de noche invita a contemplarla durante horas), y sin duda os habréis dejado arrastrar por el colorido y la pincelada vigorosa del genio de Van Gogh en el impresionante museo dedicado a su obra. Seguro que habéis contenido el aliento ante el claustrofóbico encierro de Anna Frank y su familia. Y algunos ya conoceréis esos curiosos locales llamados coffee shops donde es habitual tomar algo más que un café. Amsterdam está llena de vida, de turistas y de holandeses que disfrutan las calles y todo lo que la ciudad ofrece. Es un lugar único, especial.
Tuvimos la oportunidad de hacer una escapada a las afueras, pasando por pueblos tan increíbles como Edam, Volendam o Marken. Lugares de postal, detenidos en el tiempo, donde las prisas y el ajetreo cotidiano parecen no tener cabida. Hasta la gente que paseaba en bicicleta iba sonriendo, como si las preocupaciones se desdibujasen entre los jardines y el agua de los canales.
La siguiente escala fue Gante, en Bélgica. Nos quedamos allí tres noches, en un B&B encantador que recomiendo encarecidamente a los que alguna vez paséis por allí (Logidenri). Aunque el tiempo no acompañaba, la ciudad lucía igualmente hermosa. Puentes, fachadas antiguas y más canales se desplegaban por sus calles. Ya olía a gofres y a chocolate, pues no en vano Bélgica es un sueño para los amantes de estos delicatessen.
Desde allí nos fuimos a visitar Amberes (con una plaza preciosa, pero sin demasiado que ver en general) y la encantadora Brujas, donde un paseo en barco nos mostró unos rincones de ensueño y donde es una delicia perderse por sus calles sin rumbo fijo para disfrutar de su tranquilidad. Su plaza central o Grote Markt es una mezcla de colores y edificios que son capaces de embrujar al turista más experimentado.
Y el punto final fue Bruselas, la capital de Europa. Dos ciudades en una, pues poco tienen que ver la ciudad baja y la alta que se reparten el suelo de este enclave urbano. Su ayuntamiento es uno de los edificios góticos más bellos que he visto nunca. Las fachadas decoradas con imágenes de comics, los pubs donde se pueden beber las más de 400 variedades de cerveza que poseen los belgas (nosotros probamos unas cuantas, pero no llegamos ni a la décima parte, me temo), y una vida nocturna increíble en las calles del centro, la convierten en un sitio ideal para pasar un par de días entretenidos e interesantes, si además se visita la parte donde se encuentran los edificios de la UE.
En definitiva, un viaje estupendo en el que lo único que no nos ha acompañado demasiado ha sido el tiempo. Pero ¿qué mas da un poco de lluvia cuando uno tiene en las manos un gofre con chocolate fundido para llevarse a la boca mientras disfruta de estos maravillosos lugares?
Desde allí nos fuimos a visitar Amberes (con una plaza preciosa, pero sin demasiado que ver en general) y la encantadora Brujas, donde un paseo en barco nos mostró unos rincones de ensueño y donde es una delicia perderse por sus calles sin rumbo fijo para disfrutar de su tranquilidad. Su plaza central o Grote Markt es una mezcla de colores y edificios que son capaces de embrujar al turista más experimentado.
Y el punto final fue Bruselas, la capital de Europa. Dos ciudades en una, pues poco tienen que ver la ciudad baja y la alta que se reparten el suelo de este enclave urbano. Su ayuntamiento es uno de los edificios góticos más bellos que he visto nunca. Las fachadas decoradas con imágenes de comics, los pubs donde se pueden beber las más de 400 variedades de cerveza que poseen los belgas (nosotros probamos unas cuantas, pero no llegamos ni a la décima parte, me temo), y una vida nocturna increíble en las calles del centro, la convierten en un sitio ideal para pasar un par de días entretenidos e interesantes, si además se visita la parte donde se encuentran los edificios de la UE.