domingo, agosto 31, 2008

Tulipanes y chocolate

Anna Frank, Rembrandt, Van Gogh, Rubens... Vengo cargada de recuerdos, de momentos robados a la historia y de visiones de arte maravillosas. Y cómo no, de sabores y olores inolvidables. Holanda y Bélgica tienen eso y mucho más.

¿Qué deciros de Amsterdam? Supongo que muchos de vosotros ya habréis paseado por sus canales, viendo las curiosas casas flotantes que jalonan toda la ciudad. También habréis podido disfrutar de las obras de Vermeer y Rembrandt en el Rijksmuseum (la hipnótica Ronda de noche invita a contemplarla durante horas), y sin duda os habréis dejado arrastrar por el colorido y la pincelada vigorosa del genio de Van Gogh en el impresionante museo dedicado a su obra. Seguro que habéis contenido el aliento ante el claustrofóbico encierro de Anna Frank y su familia. Y algunos ya conoceréis esos curiosos locales llamados coffee shops donde es habitual tomar algo más que un café. Amsterdam está llena de vida, de turistas y de holandeses que disfrutan las calles y todo lo que la ciudad ofrece. Es un lugar único, especial.

Tuvimos la oportunidad de hacer una escapada a las afueras, pasando por pueblos tan increíbles como Edam, Volendam o Marken. Lugares de postal, detenidos en el tiempo, donde las prisas y el ajetreo cotidiano parecen no tener cabida. Hasta la gente que paseaba en bicicleta iba sonriendo, como si las preocupaciones se desdibujasen entre los jardines y el agua de los canales.

La siguiente escala fue Gante, en Bélgica. Nos quedamos allí tres noches, en un B&B encantador que recomiendo encarecidamente a los que alguna vez paséis por allí (Logidenri). Aunque el tiempo no acompañaba, la ciudad lucía igualmente hermosa. Puentes, fachadas antiguas y más canales se desplegaban por sus calles. Ya olía a gofres y a chocolate, pues no en vano Bélgica es un sueño para los amantes de estos delicatessen.

Desde allí nos fuimos a visitar Amberes (con una plaza preciosa, pero sin demasiado que ver en general) y la encantadora Brujas, donde un paseo en barco nos mostró unos rincones de ensueño y donde es una delicia perderse por sus calles sin rumbo fijo para disfrutar de su tranquilidad. Su plaza central o Grote Markt es una mezcla de colores y edificios que son capaces de embrujar al turista más experimentado.

Y el punto final fue Bruselas, la capital de Europa. Dos ciudades en una, pues poco tienen que ver la ciudad baja y la alta que se reparten el suelo de este enclave urbano. Su ayuntamiento es uno de los edificios góticos más bellos que he visto nunca. Las fachadas decoradas con imágenes de comics, los pubs donde se pueden beber las más de 400 variedades de cerveza que poseen los belgas (nosotros probamos unas cuantas, pero no llegamos ni a la décima parte, me temo), y una vida nocturna increíble en las calles del centro, la convierten en un sitio ideal para pasar un par de días entretenidos e interesantes, si además se visita la parte donde se encuentran los edificios de la UE.

En definitiva, un viaje estupendo en el que lo único que no nos ha acompañado demasiado ha sido el tiempo. Pero ¿qué mas da un poco de lluvia cuando uno tiene en las manos un gofre con chocolate fundido para llevarse a la boca mientras disfruta de estos maravillosos lugares?

lunes, agosto 18, 2008

Un descanso

Como viene siendo habitual al final del verano, dejo el blog durante un par de semanas para hacer un viajecito y tomarme un pequeño descanso. Esta vez me marcho a Holanda y Bélgica, a recorrer varias ciudades que siempre he deseado conocer: Amsterdam, Gante, Brujas, Amberes y Bruselas. Cuando vuelva, espero compartir con todos vosotros algunas impresiones del viaje, la reseña de un libro impresionante, Vida y destino de Vasili Grossman, que casi he terminado, y por supuesto la celebración del segundo aniversario de Perdida entre libros, que nació allá por septiembre del 2006 y que -quién lo iba a decir- aún perdura dos años después, con ilusión renovada y ganas de seguir al menos un añito más. Mientras tanto, os dejo algunas fotos de un rincón bellísimo que tenemos muy cerquita de España: el cabo de San Vicente en Portugal, donde estuve hace unos días y tuve ocasión de admirar estas espectaculares vistas. Nos vemos en septiembre.

viernes, agosto 08, 2008

IAN McEWAN: Expiación

Cometí el error de ver la película Expiación antes de leer el libro de Ian McEwan en el que está basada. Y fue un error no porque no me gustara, que me encantó, y además me pareció de lo mejor que había visto en mucho tiempo, sino porque cuando hace unas semanas comencé a leer el libro, no podía evitar que los rostros de los protagonistas tuviesen un parecido excesivo con los actores que los interpretaban. Así Cecilia me miraba con los ojos de Keira Knightley, y el desdichado Robbie era en realidad James McAvoy con el atuendo de un soldado de la Segunda Guerra Mundial. Me habría gustado más que esos rostros surgieran poco a poco a través de las descripciones del autor, y que fueran adquiriendo nuevos rasgos página tras página, como ocurre cuando leo cualquier novela. Me fascina esa capacidad de la literatura de crear imágenes en nuestra mente, de construir auténticas películas donde los personajes pueden parecerse o no a alquien conocido o, por el contrario, ser puro fruto de nuestra invención. Es la imaginación la que trabaja, guiada por las líneas del libro. Y eso es algo que no se puede conseguir cuando las imágenes entran directamente por nuestra retina, como ocurre en el cine.

Dicho esto, tengo que admitir que Ian McEwan es uno de mis descubrimientos de este año (llevo un año muy productivo en este sentido, no hago más que encontrar autores "nuevos" que me enganchan). Su escritura es fluida, con un ritmo lento pero eficaz, y con una riqueza de matices que pocos escritores alcanzan. De hecho, como suele ocurrir a menudo, la adaptación cinematográfica está muy por debajo de la calidad literaria que destila este libro. En la novela los personajes son más complicados, y sus pensamientos se abren al lector con una amplitud imposible de alcanzar en el celuloide. De este modo, incluso el principal suceso que desencadena los terribles acontecimientos que cambian para siempre la vida de Robbie, adquiere una nueva luz, un nuevo significado, cuando entramos de lleno en la cabecita de Briony y llegamos a entender -que no a justificar- su forma de actuar en aquellos momentos.

Briony es una niña con una imaginación desbordante, en esa edad que la confina aún al mundo de los niños, pero cuya mente escapa mucho más allá para adentrarse en los entresijos de las pasiones adultas. Mientras se dedica a escribir cuentos e incluso una obra de teatro, sueña con que algo fuera de lo común le suceda, algo que le haga convertirse en la protagonista de su propia novela, sacándola de la feroz rutina en que vive inmersa. Cecilia, su hermana mayor, es una joven algo aburrida, que no tiene muy claro qué hacer una vez finalizados sus estudios, y que siente fascinación por Briony y su otro hermano, Leon. En cambio, sus sentimientos hacia Robbie, el hijo de una de las trabajadoras de la casa, con quien se ha criado desde pequeña, son algo más confusos. Un suceso inesperado en una fuente y una carta algo obscena escrita por Robbie que llega por equivocación a manos de Cecilia, desencadenarán una pasión arrolladora entre ambos, fatalmente interrumpida cuando aún se encontraba en ciernes. Esa pasión se transformará en un amor profundo por parte de ambos jóvenes, que deberá luchar por sobrevivir con la entrada en prisión de Robbie, acusado de un delito que no había cometido, y al posterior estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Expiación es en el fondo una hermosa historia de amor, donde se respira la tragedia de dos amantes separados por las circunstancias. Es además una historia con una protagonista indiscutible, la traición, que provoca la entrada en prisión de Robbie y la ruptura de relaciones entre Cecilia y el resto de su familia. Los que saben la verdad, los que podrían liberar a Robbie, callan, cada uno por diferentes razones, lo que añade aún más dramatismo a la historia.

Los personajes están muy bien trabajados, adquieren vida propia casi sin esfuerzo por parte del lector. La ambientación es espléndida, especialmente en la descripción de las escenas acontecidas durante la guerra. La evacuación de las tropas británicas en Dunkerque en mayo de 1940, con sus extremas dificultades y su terrible balance en pérdidas humanas, o la estancia de los heridos en los hospitales militares donde Briony y Cecilia acaban trabajando, son dos de los mejores ejemplos. Si a esto añadimos unos pasajes con una prosa casi poética en ocasiones, nos queda un conjunto más que brillante en general. La soledad del Robbie soldado, aguijoneada por sus pensamientos eternamente anclados en su amada Cecilia, quedan patentes en palabras como estas:

"Sus recuerdos más sensuales -los pocos minutos en la biblioteca, el beso en Whitehall- se habían descolorido a fuerza de rememorarlos. Se sabía de memoria algunos pasajes de sus cartas, había revivido la pelea por el jarrón junto a la fuente, rememoraba el calor del brazo de ella en la cena en que los gemelos se fugaron. Estos recuerdos le sostenían, pero no era tan fácil. Demasiado a menudo le recordaban dónde estaba la última vez que los había evocado. Se hallaban en el extremo más distante de una gran división en el tiempo, tan importante como la de antes y después de Cristo. Antes de la cárcel, antes de la guerra, antes de que ver un cadáver se hubiese convertido en algo trivial".

Ian McEwan llega aún más lejos al jugar con el lector borrando la línea que separa realidad de ficción, aunque la verdad no se descubre hasta casi la última página del libro. Un efecto que consigue aturdir y emocionar al mismo tiempo. Los que hayáis visto la peli sabréis de lo que estoy hablando.

Espero no haber desmenuzado demasiado la trama, para no haceros desistir a la hora de leerlo. Es otra de mis recomendaciones de este verano. Tanto si conocéis la historia como si no, Expiación es un ejemplo de buena literatura, con todos los ingredientes que gustan a los gourmets de los libros: amor, traición, guerra y sorpresa final. ¿Hay una mejor receta para disfrutar y sentir entre las páginas de una novela?

En la imagen, Keira Knightley (Cecilia) y James McAvoy (Robbie) en la escena del jarrón en la fuente, una de las más trascendentales de la novela.

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- Chesil Beach