domingo, abril 27, 2008

Un poco de todo

A veces me resulta increíblemente difícil actualizar el blog con cierta frecuencia. Tengo un problema grave de organización de tiempo, aunque creo que no es algo que sólo me ocurra a mí, sino que es uno de los males característicos de la sociedad del siglo XXI.

¿Qué quieres, Elena? Te apuntas a un curso tras otro (que no logras acabar porque no tienes tiempo), a clases de inglés, tienes que corregir siempre exámenes y trabajos (y llenarlos de notas con el pilot rojo), preparar clases, mantener dos blogs, hacer casi 120 km diarios de ida y vuelta, comer, hacer algo de deporte, dormir al menos 6 horas, y por supuesto hacer un mínimo de vida social y de vida en pareja. Además de las obligaciones de la casa. Y los compromisos familiares... ¿Y te extrañas de que te falte tiempo? Esa es la pregunta que me viene a la cabeza en estos momentos. Pero no puedo evitar involucrarme en más cosas de las que puedo realmente abarcar. Siempre me ha pasado y supongo que me seguirá pasando una y otra vez.

Y es que me estoy volviendo incluso una maleducada. Hace un par de semanas, Lucía me concedía un pequeño reconocimiento en su blog que hasta hoy no he podido agradecer como es debido. Se trata del premio Bloggeando con un propósito.

Cuando este blog comenzó su andadura, mi propósito más claro era compartir con más personas mis propias impresiones sobre los libros que iba leyendo. Me gustaba la idea de intercambiar opiniones que enriquecieran la visión que una lectura me había deparado. No imaginaba que, con el tiempo, este espacio se convertiría en un rincón especial donde casi todo tiene cabida, desde un relato propio, hasta un comentario sobre una obra de arte, o un escaparate de las fotografías más bellas de algunos de mis viajes. Perdidaentrelibros forma parte de mí, más de lo que pensaba. Sois muchos ya los que os aventuráis de vez en cuando por estos lares -a pesar de que, en mi condición de mujer estresada, no visito con la frecuencia que desearía vuestros espacios propios-. Algunos desde el principio, otros se han ido incorporando con el paso del tiempo. Algunos aún no tenéis un rostro preciso, o vivís muy lejos. Otros sois amigos desde hace tiempo, o compañeros de trabajo que echáis un vistazo desde la cercanía de quien se ve todos los días. Gracias a todos vosotros este blog ha crecido y ha cambiado de propósito. Porque ahora lo entiendo sobre todo como un lugar de encuentro. Un lugar donde dar rienda suelta a mis pensamientos, donde compartir emociones y experiencias, ya vengan dadas por un libro, por una película o por un viaje determinado. En ese sentido el premio no es solamente mío, sino que es compartido con todos vosotros. Porque me encanta leer vuestros comentarios, si bien muchas veces no puedo contestarlos todos, y ellos son los que le dan auténtica vida a este blog.

Espero poder colgar pronto una reseña, antes de que llegue otra de esas mágicas escapadas que, afortunadamente, me hacen evadirme de este ajetreo constante. ¡Esta vez toca Berlín!

martes, abril 15, 2008

La piedra más bella

Cuando comencé a estudiar arte, lo que más me atraía era la escultura. Sobre todo la realizada en mármol, un material que posee un encanto casi mágico y que muchos escultores han considerado el material noble por excelencia. La superficie pulida que invita a la mano a acariciarla, la fría textura que consigue dar vida a figuras como el Moisés o el David de Miguel Ángel, gracias al hálito que algunos escultores son capaces de insuflarle... son cualidades que convierten a esta piedra en la más preciada en el taller del artista.

Como es bien sabido, son muy numerosas las esculturas realizadas en mármol a lo largo de la historia. Es difícil hacer una selección, descartar unas y elegir otras, teniendo en cuenta la belleza que son capaces de captar este tipo de obras. No obstante, hay cuatro que por encima de otras me parecen un claro ejemplo de delicadeza a la hora de trabajar en este material. Todas ellas respiran y se mueven, reflejan una pasión o un sentimiento interior que nos nubla la vista. El resultado es extraordinario, capaz de emocionar hasta el límite al que contempla estas obras. Tanto que es difícil despegarse de su lado cuando uno tiene la fortuna de ver alguna de ellas con sus propios ojos. Y es inevitable preguntarse: ¿Cómo es posible? ¿Cómo alguien puede poseer este don? ¿Cómo se puede dar tanta vida a una simple piedra?


De arriba abajo: La dulce Piedad de Miguel Ángel, la metamorfosis más bella en Apolo y Dafne de Bernini, el abrazo de Eros y Psique, de Canova, y la sensualidad de El beso, de Rodin

miércoles, abril 09, 2008

HARUKI MURAKAMI: Al sur de la frontera, al oeste del sol

Hajime, un hombre felizmente casado y con dos hijas, está a punto de dejarlo todo al reencontrarse con Shimamoto, un antiguo amor de su juventud. Este hilo argumental que puede parecer tan común es la excusa de Murakami para escribir una novela hipnótica, como es su estilo, donde realidad y sueño se mezclan entretejiéndose en una red que atrapa al lector casi desde el principio.

Tenía ganas de volver a Murakami. Lo estaba deseando desde que terminé de leer Kafka en la orilla, un libro que me fascinó. Esta otra novela me sorprendió en sus primeras páginas, porque era distinta a la anterior, más convencional, con un desarrollo argumental más simple. O eso creía. Sin embargo, a medida que avanzaba en su lectura, fui quedando aprisionada por el misterio y por los lugares ocultos de la novela, hasta que me di cuenta de que me resultaba imposible dejar de leer. Cuando cerré el libro, aún seguía embrujada por las páginas que había dejado atrás.

El autor vuelve a seducirnos con su juego habitual entre realidad y sueño, confundiéndonos hasta hacernos dudar de lo que le ocurre a Hajime. En el libro subyacen varios temas: la complejidad del amor, el dolor de la ruptura, la posibilidad de amar a más de una persona a la vez, el descubrimiento del "alma gemela"...

Hajime y Shimamoto comparten el hecho de ser hijos únicos. Esa característica, que les diferencia de la mayor parte de los niños que les rodean en la escuela, les hace unirse y descubrir que en el fondo son muy parecidos en cuanto a gustos e intereses. Su pasión por la lectura o por la música entre otros -el libro trasluce la admiración del autor por el jazz especialmente- les va acercando hasta que nace el enamoramiento mutuo, del que ambos, aún muy jóvenes, no parecen ser conscientes. La amistad se convierte en amor. Sin embargo, este no llega a cristalizar, pues al comenzar la secundaria Hajime se muda a otro barrio y la relación entre ambos se va enfriando hasta que dejan de verse. No será hasta muchos años después cuando vuelvan a encontrarse, y todos los sentimientos que entonces quedaron ahogados resurgirán de nuevo con una fuerza incontrolable. Tanto que Hajime tendrá que cuestionarse su vida y su futuro.

Como es característico de Murakami, en la novela se suceden algunos acontecimientos de índole misteriosa que desconciertan al propio Hajime y, por supuesto, al lector: la aparición, antes del reencuentro entre ambos personajes, de una mujer muy parecida a Shimamoto y un hombre que le entrega un sobre de dinero a Hajime; el carácter de la propia Shimamoto, que tras la vuelta desaparece durante meses para volver de nuevo a la vida del protagonista sin previo aviso y sin dar ninguna explicación. Su extraña enfermedad. Sus secretos. Y la aparición fantasmal de un antiguo amor de Hajime, Izumi, a quien la ruptura dejó en un estado de postración absoluta, y cuya visión golpea con fuerza a nuestro hombre haciéndole cuestionarse su comportamiento por aquel entonces.

El gusto del autor por el juego realidad-ficción toma un carácter casi filosófico en el extracto siguiente, que hay que leer varias veces para intentar comprender bien:

"Hay una realidad que demuestra la verdad de un hecho. Porque nuestra memoria y nuestros sentidos son demasiado inseguros, demasiado parciales. Incluso podemos afirmar que muchas veces es imposible discernir hasta qué punto un hecho que creemos percibir es real y a partir de qué punto sólo creemos que lo es. Así que para preservar la realidad como tal, necesitamos otra realidad -una realidad colindante- que la relativice. Pero, a su vez, esta realidad colindante necesita una base para relativizarse a sí misma. Es decir, que hay otra realidad colindante que demuestra, a su vez, que esta es real. Y esta cadena se extiende indefinidamente dentro de nuestra conciencia y, en un cierto sentido, puede afirmarse que es a través de esta sucesión, a través de la conservación de esta cadena, como adquirimos conciencia de nuestra existencia misma. Pero si esta cadena, casualmente, se rompe, quedamos desconcertados. ¿La realidad está al otro lado del eslabón roto? ¿Está a este lado?"

Estamos pues ante uno de los interrogantes que se han planteado muchos filósofos y pensadores. ¿Hasta qué punto nuestra existencia es real? ¿Somos más bien un sueño o una invención? ¿Somos capaces de discernir sin posibilidad de duda la realidad de lo meramente soñado? Nos guste o no Murakami, el libro consigue atraer nuestra atención con la historia y, lo que es mejor, deja al lector la posibilidad de decidir sobre el verdadero sentido de lo que ha leído. Por eso la historia cambia de significado cada vez, lo que la hace aún más interesante si cabe.

¿He dicho ya que me encanta Murakami?

Más reseñas de obras de Haruki Murakami:
- Tokio Blues
- Kafka en la orilla

viernes, abril 04, 2008

Rostros de mujer

La mujer siempre ha sido fuente de inspiración para artistas y cineastas. Estos dos vídeos nos muestran los rostros femeninos más bellos de la historia del arte y de la pantalla. Sólo me queda invitaros a disfrutarlos...



Mala suerte


Hoy el día se ha vuelto de repente gris. Hoy la (relativa) mala suerte que ronda mi vida en los últimos meses ha vuelto a golpearme. Hoy uno de los dos gatitos que adopté hace poco ha muerto de forma imprevista. Quiero que esta mala racha me deje tranquila de una vez. Quiero respirar.