lunes, diciembre 31, 2007

Mis mejores lecturas del 2007

El pasado sábado la revista Babelia eligió los diez libros imprescindibles publicados en el 2007. Por supuesto que diez es un número ridículo, pues seguro que son muchas más las obras que han visto la luz en este último año y que merecen la pena ser leídas. Por otro lado es la opinión de un conjunto reducido de críticos, con quienes podemos no estar de acuerdo. En dicha lista curiosamente no he encontrado ni un solo libro que haya leído personalmente, aunque estoy con uno de ellos en estos momentos (El mundo clásico: la epopeya de Grecia y Roma, de R. Lane Fox, apasionante y denso a la vez). Otros títulos de la lista se hallan entre mis lecturas pendientes, algunos recomendados por quienes soléis dejaros caer por aquí. Es el caso de Las benévolas, de J. Littell; La carretera, de C. McCarthy; Exploradores del abismo, de E. Vila-Matas; Vida y destino, de V. Grossman, o la última parte de la trilogía de Tu rostro mañana, de J. Marías.

Hoy es el último día del año y, echando la vista atrás, me ha parecido una buena idea hacer mi propia selección con respecto a los libros que he leído a lo largo del 2007. El hecho de "obligarme" a colgar las reseñas periódicamente en el blog ha tenido un efecto más que positivo en mis lecturas, pues he puesto mis cinco sentidos en los libros, interiorizando lo más posible lo que estos me transmitían, con el fin de poder contaros luego lo que cada título me había aportado, lo que había sentido al perderme entre sus páginas. Por otra parte, desde que tengo el blog leo aún más que antes, pues siempre que termino un libro estoy deseando compartirlo con todos vosotros y empezar otro nuevo para volver a hacer lo mismo.

Es difícil quedarme con unos cuantos títulos entre todos los que he tenido ocasión de disfrutar. No obstante, por su originalidad, por el descubrimiento que supusieron en su momento, y por una forma de escribir casi magistral según mi punto de vista, me quedaría con dos obras sobre todas las demás: Kafka en la orilla, de H. Murakami, y El baile, de I. Némirovsky. Me dejo atrás a mis favoritos y más veces leídos, como son Auster y Marías, pero con ellos ya tengo cierta familiaridad que me hace la lectura más o menos cómoda. En cambio, en Murakami y Némirovsky he encontrado un estilo y una temática que, sin duda, van a volver a atraerme a ellos en el futuro.

Y vosotros, ¿sois capaces de hacer vuestra selección personal? ¿Cuáles han sido los libros que más habéis disfrutado en el 2007?

Feliz 2008 a todos. Os deseo dulces lecturas y muchos momentos para compartirlas en este o cualquier rincón de la blogosfera. Un abrazo.

Imagen: un delicioso cuadro de la pintora italiana Sandra Batoni.

miércoles, diciembre 26, 2007

MARKUS ZUSAK: La ladrona de libros

La primera vez que oí hablar de este libro me llamó mucho la atención su título, y después el argumento me pareció bastante atrayente. Me adentré en él con ganas, pues me fascinan los libros que hablan sobre el poder cautivador de la literatura. Mis esperanzas no se vieron defraudadas, aunque quizás me esperaba algo más. No obstante, creo que se trata de una lectura recomendable.

Lo primero que sorprende es la insólita identidad del narrador -narradora en este caso-, que se descubre en el primer capítulo. Tras el descubrimiento inicial, viene la historia de una niña alemana en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Liesel, quien ya desde pequeña conoce el lado más desgraciado de la existencia humana. Su hermano muere sin que puedan hacer nada por evitarlo, y su madre, agobiada por la miseria, decide entregarla en adopción. La novela, que empieza pues con tintes melodramáticos, da un giro entonces hacia una infancia más o menos feliz, pues Liesel tiene la fortuna de dar con unos padres adoptivos que la adoran, aunque cada uno lo demuestra a su manera. La relación con su nuevo padre, Hans Hubermann, es más que especial. Él le enseñará el placer de la lectura, y la ladrona de libros pronto hará honor al sobrenombre elegido para ella por la narradora. La admiración entre padre e hija es mutua desde el principio. Y el personaje de Hans es, desde mi punto de vista, el más entrañable de la novela.

Además de Rosa y Hans Hubermann, el otro personaje que más influye en la vida de nuestra protagonista es su amigo Rudy, enamorado de Liesel y fiel compañero de sus incursiones en busca de libros que devorar. Los libros acaban convirtiéndose en un soporte vital para Liesel, un lazo que le une con su padrastro y con la vida en general, en un tiempo en que la muerte ronda cada segundo de la existencia. Durante los bombardeos, la lectura en voz alta de fragmentos de estas novelas mientras las bombas caen fuera del refugio en que se hallan escondidos, proporcionará a los Hubermann y sus vecinos un consuelo ante tanta destrucción, una manera de mantener la atención en algo que no fuera el fragor de la misma guerra. Un pequeño suspiro, no por ello menos poderoso.

Como casi todas las novelas ambientadas en periodos de guerra, La ladrona de libros es ante todo un inmenso drama. Liesel tendrá que volver a vivir episodios tremendos, en los que deseará que la misma muerte le alcance. En medio de este panorama, el autor también recoge el terrible drama de los judíos, pues uno de ellos termina refugiándose en el sótano de los Hubermann, jugando un papel muy especial en la vida de la pequeña.

El estilo de Zusak es sencillo, pero dotado de una gran originalidad. La narradora introduce constantes cuñas aclaratorias -que en el libro aparecen con caracteres de imprenta distintos- que ayudan a comprender determinados pasajes y acontecimientos. A menudo adelanta sucesos futuros, haciendo compartir al lector el desasiego de saber el dramático final que espera a algunos de los protagonistas. Dichos recursos, aunque a veces puedan cansar y desconcertar al lector, dan un aire distinto a la obra. Llaman nuestra atención.

Liesel es una auténtica heroína. Porque se levanta una y otra vez. Porque lucha por lo que quiere y no se resiste a perder a las personas que aprecia. Porque es una superviviente nata. Y tenemos la impresión de que parte de esa fuerza reside en su amor por los libros, a los que se aferra cual tabla salvadora en los momentos más dramáticos. La literatura como instrumento para sobrevivir, para hacer frente a la desgracia. Ese es el mensaje más importante del libro, el que queda dando vueltas por la cabeza cuando uno termina de leer la última página. ¿Qué habría sido de Liesel sin ese consuelo? ¿Qué sería de nosotros sin ellos?

lunes, diciembre 24, 2007

De vuelta a casa

Tras una pausa obligada por varios motivos -una escapada maravillosa a Barcelona, una montaña de exámenes por corregir y jornadas maratonianas antes de entregar las notas- vuelvo a este rincón mágico donde tanto me gusta perderme. He tenido tiempo para leer un par de libros, de los que pronto habrá reseña, y ahora por fin tengo unos días de vacaciones por delante para descansar.

Esta desconexión forzosa me ha mantenido lejos de vuestros blogs durante casi un mes. Intentaré ponerme al día y leer las entradas atrasadas en los próximos días. Y ya que estamos aprovecho para desearos unas Felices Fiestas y un año nuevo cargado de felicidad. Yo, después del añito que llevo, me conformo con que el 2008 no traiga ninguna sorpresa desagradable, y al menos sea un año tranquilo.

Un abrazo y nos vemos muy pronto. Al fin he vuelto a casa.

Imagen: uno de mis rincones favoritos de Barcelona. el barrio gótico. Gracias a nuestros maravillosos anfitriones -Lorena y José Luis- pasamos unos días estupendos en una ciudad que nunca deja de fascinarme. Desde aquí, un abrazo enorme para ambos. Nos vemos pronto.

domingo, diciembre 02, 2007

Sobre los náufragos

Hoy empecé a leer el diario por la última página, algo que hago siempre los domingos, pues me encanta la columna de El País de Manuel Vicent. Y me encontré con un párrafo repleto de verdades y belleza, que invita a reflexionar en estos tiempos revueltos que nos aguardan de aquí a las elecciones. Sabios consejos en la pluma de un gran escritor:

"Ante todo, un líder político debe dar la sensación de fortaleza, de confianza y de seguridad en sí mismo. La bondad natural no es una virtud muy apreciada por la opinión pública, salvo por algunas abuelas en el chocolate a media tarde. Nunca viene mal que un líder político sea profundamente honrado, pero ninguna cualidad privada sirve de nada si el ciudadano no percibe que ese señor al que va a votar le salvaría en una tempestad si fuera capitán de barco o encontraría una salida con el ánimo levantado en medio de una catástrofe. La fortaleza del político debe estar lo más alejada posible de los gritos y los puñetazos en la mesa, que en la mayoría de los casos sólo ocultan un miedo consolidado. La cólera hay que administrarla en voz baja, como sucede con las blasfemias anglosajonas. King Kong se apaleaba el pecho cuando creía que le iban a birlar a la novia. La dureza de una persona, hombre o mujer, está en la mirada. Por otra parte, un líder político debe usar casi todo su talento en escoger a sus colaboradores y expertos en cada materia y el resto en escuchar al más inteligente y hacer cumplir lo que éste le aconseje sin dar señales de duda o vacilación. Mandar es un instinto. Se tiene o no se tiene. Es un don animal, que equivale sentirse amo de una camada. Quien carece del gen de mando, al dar una orden, se lleva un susto si le obedecen. Cuando se tiene poder y autoridad, gobernar es una cuestión de olfato. Son muy famosos estos consejos de Maquiavelo: si no eres amado, procura al menos ser temido y si te ves obligado a hacer un daño que éste sea contundente y rápido para que el ciudadano lo olvide pronto, pero a la hora de hacer el bien trata de dosificarlo lentamente, poco a poco, para que la opinión pública lo entienda como una felicidad duradera. En medio de la histeria que se va a desarrollar en la próxima campaña electoral, pregúntate cuál de los dos candidatos sería capaz de salvarte si te estuvieras ahogando. Desconfía del que grite o bracee más. La victoria no estará de parte del gallo que mejor maneje los espolones, sino del que más serenidad imparta. Dale el voto al que demuestre que sabe realizar la maniobra de hombre al agua, porque en el fondo, como elector, no eres más que un náufrago."

Resulta triste que de nuevo haya tenido que ser una desgracia -el atentado terrible de ayer, donde un joven guardia civil perdió la vida y otro sigue aún luchando por mantenerse en ella- la que impulse a nuestros partidos a unirse y alzar una sola voz. Ojalá esta frágil unidad perdure algún tiempo, y asistamos a una campaña electoral donde prime la cordura y el respeto por el contrario. Sin embargo, viendo lo visto, me temo que no será así.

Imagen: vuelvo a uno de mis favoritos. Es el Monje junto al mar, de FRIEDRICH