sábado, octubre 27, 2007

ISAAC ROSA: ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!

Habéis escrito un libro y, a la hora de publicarlo, un lector crítico y algo impertinente, se cuela entre las páginas de vuestra novela para dar su opinión sobre cada uno de los capítulos, analizando vuestra forma de escribir con lupa, y riéndose a veces a carcajadas de vuestros presuntos fallos de estilo. ¿No sería algo insoportable? Pues esa es la premisa de la que parte este libro, del autor sevillano Isaac Rosa. El más original que ha caído en mis manos en mucho tiempo y que, una vez leído, no puedo dejar de recomendar.

¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! es en realidad la reedición de la primera obra publicada por Rosa, Lamalamemoria, sólo que el autor ha ido añadiendo los comentarios de este lector anónimo que suponen una lectura crítica de la novela, mostrando al verdadero lector todos los defectos y tópicos de la misma. Se burla prácticamente de todo, desde el argumento y el tema escogido -de ahí el título- hasta el estilo, la ambientación e incluso las citas que el autor ha elegido para comenzar su narración. Así responde el lector impertinente a la inclusión de una cita de Montaigne en el comienzo del libro:

"Apuesto a que la cita de Montaigne es un mal préstamo. De calendario de mesa. Seguramente el autor no había leído a Montaigne (¿quién lee a Montaigne, y menos siendo joven?), sino que se limitó a consultar uno de esos diccionarios de citas y frases célebres, y buscó en el índice temático las referencias a "memoria", "olvido", etc., para encontrar alguna cita brillante que le adornase la primera página."

En otra ocasión, el lector critica el estilo de Rosa con una sinceridad aplastante: "Es difícil juntar en un solo párrafo tal cantidad de cursilerías (...) que cualquier lector poco amigo de chucherías detectará, y que son propios de un escritor inmaduro que cree que cada frase, cada palabra, es definitiva, cada página debe pasar a la historia de la literatura."

La obra que sirve de base a esta novela, Lamalamemoria, es una historia ambientada en los años de la transición que versa sobre los secretos de la guerra civil. En este caso el protagonista es un hombre que se enfrenta a la búsqueda de un pueblo desaparecido, que nadie parece conocer, pero de cuya existencia él posee pruebas irrefutables. El descubrimiento de esta aldea y el terrible secreto que esconde cambiarán su vida para siempre.

Me gusta que un autor sea tan valiente como para ponernos por delante su primera novela -con todos los fallos característicos de las obras primerizas- y destriparla sin concesiones, mostrándonos sus carencias hasta llegar al sarcasmo. Lo curioso es que, tras leer un par de capítulos, no podemos evitar tomar el punto de vista del atrevido lector y empezar a leer con sus mismos ojos críticos, fijándonos en los detalles, en los adjetivos innecesarios, en los diálogos poco cuidados, en los personajes demasiado planos, y en ese humo de cigarro que impregna toda la novela, hasta hacer aparecer a los personajes como firmes candidatos a un cáncer de pulmón. Los comentarios del crítico-lector son agudos y muy certeros, y a veces llegan a provocar la carcajada en el lector externo que asiste a tan extraordinario combate.

El prólogo de Isaac Rosa, en el que denuncia el atrevimiento de este osado individuo, intruso entre sus páginas, es todo un alegato contra los peligros que amenazarían a los escritores si se extendiese este comportamiento: "no podemos arriesgarnos a que los lectores pierdan el debido respeto al autor, esto es, a su autoridad, y acaben no ya criticándolo, sino hasta mofándose de él, desnudándolo en la plaza pública. Si no detenemos esta inicial subversión, los novelistas acabaremos encogidos, acobardados, mudos."

La rebelión de los lectores, he ahí la pesadilla de cualquier autor. Analizar con detalle lo que leemos, cuestionarlo y darle la vuelta. La propuesta de Rosa es arriesgada, pero el resultado es una novela que atrapa desde el principio en sus dos lecturas. Una novela que, además, nos enseña a ser críticos y a leer con otros ojos. Y además trata sobre un tema estrella en nuestra literatura, la guerra civil. ¿Qué más se puede pedir?

Otras reseñas de obras de Isaac Rosa:
- El país del miedo

domingo, octubre 21, 2007

Elogio del viaje


Vuelve a hacerme falta despegar los pies del suelo.

Cuando llevo un tiempo sin moverme de mi ciudad, sin desaparecer, se me empieza a hacer pequeña. Me es necesario viajar como respirar, o casi. Algunos pueden reirse de esta "necesidad", que por supuesto está por detrás de otras muchas consideradas prioritarias. Pero para mí es vital moverme de vez en cuando, escapar unos días lejos de lo conocido, con un libro o dos bajo el brazo. Pasear por calles extrañas, tomar café en otras lenguas y cruzarme con personas de otra piel y otra cultura. Es una sensación mágica. Viajar nos hace crecer, nos vuelve más tolerantes y felices. Agota el cuerpo pero recarga el espíritu.

Un viaje y un libro son en realidad extrañamente similares. Ambos nos guardan sorpresas, momentos de incertidumbre, anhelos de ser otros y vivir en otros lugares, por un tiempo limitado al menos. Preparar un viaje es como escoger una próxima novela. Buscar un vuelo o un hotel idílico en Internet es pasear nuestra mirada sobre los lomos sugerentes de esos libros apilados en la estantería de la biblioteca. ¿Que viajar es más emocionante? Bueno, depende del viaje...y del libro.

En palabras de un viajero impenitente como es Javier Reverte: "el arte de viajar supone un acto de humildad permanente, porque descubres que te equivocas más de lo que podrías pensar. Tus prejuicios se desvanecen y tus principios se recortan en número, aunque se hacen más fuertes en calidad. Un buen viaje es aquel que cambia algo en tu interior, y que te enseña, a través de los ojos de los otros, algo nuevo sobre ti mismo."

Como hasta diciembre lo tengo difícil para escaparme, me conformo con los viajes alternativos que me proporcionan mis amados libros. He descubierto ahora a Isaac Rosa, un autor sevillano que promete. Muy pronto, nueva reseña. Y nueva escapada. Espero.

Imagen: TAMARA DE LEMPICKA, Autorretrato

domingo, octubre 14, 2007

GÜNTER GRASS: El tambor de hojalata

Debo empezar confesando que esta obra me ha resultado bastante difícil de leer. De hecho, hacía tiempo que no me costaba tanto esfuerzo terminar un libro. Empecé muy ilusionada, porque nunca había leído nada de Günter Grass, y me apetecía mucho aventurarme con esta novela. Sin embargo, puede que no haya elegido un buen momento para degustar un plato demasiado complicado, o simplemente que me esperara demasiado. No lo sé. El caso es que El tambor de hojalata me ha dejado bastante desconcertada.

El título hace alusión al tambor que el protagonsta, Óscar, lleva siempre consigo desde que cumplió los tres años (en realidad son muchos tambores, pues de tanto tocarlos acaba destrozándolos al poco tiempo). Óscar es un niño-hombre-enano, una criatura extraña, que un buen día decide dejar de crecer, para lo cual no se le ocurre mejor manera que provocarse a sí mismo una caída que le deja lesionado para siempre. Como consecuencia de esta caída, Óscar deja de crecer físicamente, aunque su mente continúa su evolución natural, dándose la paradoja de que, con la altura permanente de un niño, el cuerpo de Óscar encierra un adulto en su interior, algo de lo que muchos a su alrededor parecen no percatarse.

A lo largo de las casi 800 páginas de la novela, Óscar nos narra -alternando la primera y la tercera persona, pero siempre desde su punto de vista- sus treinta años de existencia, pues el libro empieza precisamente con el día de su treinta cumpleaños. Los personajes más variopintos deambulan por este relato, desde familiares del protagonista hasta amigos y amantes. Es este, sin duda, uno de los aspectos más gratificantes del libro, la complejidad literaria que supone retratar tan amplio abanico de caracteres, algo que pocos autores pueden realizar con la maestría de Grass. El mismo protagonista constituye un compendio de extrañas capacidades, pues además de tocar el tambor creando un efecto mágico con su música, es capaz de romper cristales con su voz. Uno no puede aburrirse al lado de este pequeño y en parte odioso personaje.

Hay pasajes en este libro que cobran un enorme significado a raíz de la revelación por el propio autor de su pasado juvenil en las SS. Las alusiones al sentido de culpabilidad son continuas (el propio Óscar se nos presenta como culpable por la muerte de su presunto padre, Jan Bronski), y la cebolla, como elemento altamente simbólico, tiene un papel protagonista en uno de los capítulos más bellos de la novela, El bodegón de las cebollas, un lugar donde la gente acudía con el deseo de llorar sus desgracias al calor de las cebollas recién peladas. Pasajes como este, y otros que descubriréis si os lanzáis a su lectura, dan valor a toda la obra.

Sin embargo, como dije al principio, el libro me ha desconcertado. No sé si el exceso de símbolos, o el sentido del humor tan peculiar de Grass, no me han llegado a convencer. Demasiados personajes y abrumadoras descripciones hacen de su lectura una tarea ingente y no adecuada para cualquier lector. Con esto no pretendo desanimaros respecto a su lectura, pues de hecho considero que algunas partes son realmente extraordinarias, pero hay que enfrentarse a él con arrojo y con paciencia.

A destacar también la ironía aguda de determinados pasajes, sobre todo cuando Óscar habla de la guerra. Dos perlas como ejemplo:

"Había pasado ya tres veces la revista, pero otras tantas había sido dado por inútil, a causa de su estado lamentable. Esto, en aquella época, en la que cualquier cosa, por poco que se mantuviera derecha, se mandaba a Verdún para ponerla en el suelo de Francia en la horizontal perpetua, es muy significativo por lo que hace a la constitución física de Jan Bronski."

"La guerra ya se había agotado. Se estaban improvisando tratados de paz, cuidando de que pudieran procurar motivos de nuevas guerras."

En otra ocasion, Óscar narra la historia de un miembro de las SA que, habiendo participado de forma "heroica" en la terrible Noche de los cristales rotos (noviembre de 1938), en la que los nazis destrozaron miles de sinagogas y comercios judíos y asesinaron a varias decenas de ellos, fue expulsado de la organización al conocerse que el citado individuo había matado a cuatro gatos, acusándole de crueldad inhumana con los animales. Un genial retrato de la hipocresía humana.

Por último, os dejo con uno de los frecuentes pasajes alusivos al tema de la culpabilidad, que impresiona por la verdad filosófica que encierra:

"Al igual que todo el mundo, los días en que un sentimiento importuno de culpabilidad, que nada logra desalojar del cuarto, me aplasta contra las almohadas de mi cama de sanatorio, me escudo en mi ignorancia, que entonces se puso de moda y aún siguen llevándola muchos, cual sombrero elegante que les sienta bien."

Entiendo que a Grass le dieran el Nobel por esta novela, pues en algunos momentos alcanza cumbres magistrales. Pero siento que no me haya llenado en su totalidad. Son las cosas que tiene la literatura.

domingo, octubre 07, 2007

Trece rosas

Cada rosa tenía un nombre: Virtudes, Elena, Nieves, Pilar, Carmen, Martina, Luisa, Dionisia, Ana, Joaquina, Julia, Adelina y Blanca. Cada una de ellas tenía sus sueños y sus deseos, desde dedicarse a la política hasta montar una empresa de corte y confección. Algunas de ellas ni siquiera habían cumplido los 18 años. Aún eran niñas. Desconocían lo que se les venía encima, porque confiaban en que su inocencia las salvaría de todos los peligros. En su candidez creían que el bien siempre acaba triunfando sobre el mal. Pero se equivocaron.

Las trece rosas es el nombre que reciben el grupo de mujeres que, acusadas de un crimen que nunca cometieron, fueron fusiladas por orden de Franco la madrugada del 5 de agosto de 1939. Su único delito fue pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas y pensar de manera distinta a aquellos que habían ganado la guerra. Fueron el chivo expiatorio perfecto para un gobierno que necesitaba demostrar a la sociedad española cómo se las gastaban los nuevos amos del país, con el fin de cortar de raíz cualquier conato de rebelión o disidencia. El fusilamiento de estas mujeres constituye, sin duda alguna, uno de los episodios más terribles de la represión franquista inmediatamente posterior a la guerra civil.

Hace unos años la escritora Dulce Chacón les rindió un precioso homenaje en su libro La voz dormida, con el que una servidora se emocionó hasta las lágrimas en varias ocasiones. Ahora es el cine el que las rescata del olvido para llevarlas a la gran pantalla, en una película dirigida por Emilio Martínez Lázaro, conocido sobre todo por el atípico musical de Al otro lado de la cama. El elenco de actrices es prometedor y, según sus palabras y las del mismo director, se ha tratado en todo momento de no caer en el maniqueísmo exagerado. "Quería hacer ver en esta película lo buenos que eran unos sin necesidad de decir lo malos que eran los otros", afirma Martínez Lázaro. Parece que algunos de los momentos del rodaje han sido particularmente emotivos, como el del fusilamiento de las muchachas, donde "acabaron llorando hasta los que habíamos traído para formar parte del pelotón."

No sé si podré ver esta película. Lo digo porque es una historia que siempre me ha llegado a lo más profundo, desde que la leí por primera vez hace unos años en el EPS de El País, hasta que volví a releerla la semana pasada con ocasión del estreno de la película. Siempre consigue hacerme llorar. No puedo mirar los rostros de esas mujeres, tan llenas de ilusiones y con tantísima vida por delante, sin sentir asco, sin sentir horror. Y no puedo evitar enfadarme, y que la rabia me desborde por dentro, pues episodios como éste fueron más que habituales en la España negra y gris del franquismo.

Malditas sean todas las dictaduras y malditos los que las apoyan. Malditos.