jueves, febrero 15, 2007

JAVIER MARÍAS: Mañana en la batalla piensa en mí

Dice Javier Marías que este libro habla, entre otras cosas, del engaño. Y dicha afirmación es cierta, pues el engaño y las mentiras centran la trama argumental de esta novela, aunque encontramos en ella otros muchos aspectos que conforman la complejidad de nuestras vidas: la infidelidad, la falta de comunicación, los requiebros de la vida, la soledad, etc. Sin embargo la ocultación de la verdad y las consecuencias que ello puede desencadenar sin que lo esperemos son el epicentro de esta obra, que nos recuerda a otras en que Marías juega con los secretos no revelados -que tiñen los corazones blancos-, y las implicaciones que a veces arrastra esa falta de sinceridad.

El comienzo es memorable, como casi todos los de este autor (al menos de los libros que he leído). Me permito incluir aquí unas líneas:

"Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros."

La historia empieza cuando el protagonista, Víctor Francés, se encuentra cenando en casa de una atractiva mujer casada cuyo marido esa noche está ausente y, después del consabido coqueteo, cuando ambos se hallan a punto de consumar el adulterio, ella muere de forma repentina entre sus brazos. La vida de Víctor cambiará entonces de forma radical. Llevará esa muerte sobre su espalda, aunque él no fuera responsable de la misma, y tratará de penetrar en el entorno de la malograda mujer, con el fin de averiguar qué pasó luego, cómo reaccionó el marido ausente, la hermana menor y el padre destrozado. Y qué fue de su hijo, el niño pequeño que fue además el único testigo de su aventura mal terminada. En este camino conoceremos a los curiosos personajes que rodean al protagonista, entre los que se encuentra una figura enigmática con claras connotaciones juancarlistas denominado el Único o el Only de Lonely.

Toda la novela está narrada en primera persona, lo que nos acerca a la interioridad de Víctor, quien, al igual que los otros protagonistas del universo de este autor, no deja de reflexionar sobre todo lo que le acontece, hasta alejarse durante varias líneas e incluso páginas de la trama argumental en que vive atrapado. Me encantan estas digresiones de Marías, pues en muchas de ellas nos topamos con pensamientos y frases que podrían ser nuestras, que compartimos por su cercanía y su rotunda certeza. Sólo que nadie como él para deslizarlas con maestría entre los surcos de la novela.

El desenlace de la historia es inesperado y en cierto modo nos golpea como un mazazo. Una conversación entre el marido viudo y Víctor desvelará un secreto y un camino que podría haber sido otro, si nuestro protagonista no hubiese callado lo que aconteció aquella noche en que una bella mujer murió entre sus brazos. Marías juega aquí con las hipótesis, esas preguntas que a veces nos formulamos empezando por un ¿Y si...? Con ello intenta mostrarnos que nuestros comportamientos y actitudes nos guían a través de una serie de encrucijadas, dejando atrás senderos sin explorar, que podrían habernos conducido a destinos bien distintos de los alcanzados en nuestro recorrido vital. Al decidir cerramos un camino y abrimos otro. De eso trata vivir al fin y al cabo, de elegir puertas y abrirlas, olvidándonos de las que se nos quedaron atrás sin siquiera mirar por el ojo de la cerradura.

Creo que los amantes de Marías disfrutarán este libro, y para los que nunca lo hayáis leído es altamente recomendable. Encontraréis en él un gran escritor, con un estilo muy personal que deja una huella profunda tras su lectura. Una huella imborrable.

Otros reseñas de Javier Marías en Perdidaentrelibros:

Corazón tan blanco

martes, febrero 06, 2007

Lo que no sucede y sucede

De nuevo las obligaciones me han mantenido apartada de este espacio -y de los vuestros- durante las últimas semanas. En ese tiempo he terminado de leer un hermoso libro de mi admirado Javier Marías, Mañana en la batalla piensa en mí, del que pronto escribiré la reseña. Mientras tanto, os dejo un fragmento del epílogo del libro, un discurso pronunciado por el autor en Caracas en 1995, durante la ceremonia de entrega del Premio Internacional Rómulo Gallegos. En él, Marías realiza una inteligente y curiosa reflexión sobre la ficción y el arte de escribir. Veréis que no tiene desperdicio.

"Parece cierto que el hombre -quizá aún más la mujer- tiene necesidad de algunas dosis de ficción, esto es, necesita lo imaginario además de lo acaecido y real (...) Necesita conocer lo posible además de lo cierto, las conjeturas y las hipótesis y los fracasos además de los hechos, lo descartado y lo que pudo ser además de lo que fue. Cuando se habla de la vida de un hombre o de una mujer, cuando se hace recapitulación o resumen, cuando se relata su historia o su biografía (...) se suele relatar lo que esa persona llevó a cabo y lo que le pasó efectivamente (...) Y olvidamos casi siempre que las vidas de las personas no son sólo eso: cada trayectoria se compone también de nuestras pérdidas y nuestros desperdicios, de nuestras omisiones y nuestros deseos incumplidos, de lo que una vez dejamos de lado o no elegimos o no alcanzamos, de las numerosas posibilidades que en su mayoría no llegaron a realizarse -todas menos una, a la postre-, de nuestras vacilaciones y nuestras ensoñaciones, de los proyectos frustrados y los anhelos falsos o tibios, de los miedos que nos paralizaron, de lo que abandonamos o nos abandonó a nosotros. Las personas tal vez consistimos, en suma, tanto en lo que somos como en lo que no hemos sido, tanto en lo comprobable y cuantificable y recordable como en los más incierto, indeciso y difuminado, quizá estamos hechos en igual medida de lo que fue y de lo que pudo ser. Y me atrevo a pensar que es precisamente la ficción la que nos cuenta eso, o mejor dicho, la que nos sirve de recordatorio de esa dimensión que solemos dejar de lado a la hora de relatarnos y explicarnos a nosotros mismos y nuestra vida. Y todavía es hoy la novela la forma más elaborada de la ficción, o así lo creo (...)

Saber todo esto -querer creerlo es más exacto- no resulta a veces bastante para el escritor, mientras está escribiendo. Hay momentos en los que yo levanto la vista de la máquina de escribir y me extraño del mundo del que estoy emergiendo, y me pregunto cómo, siendo adulto, puedo dedicar tantas horas y tanto esfuerzo a algo sin lo que muy bien podría pasarse el mundo, incluyéndome a mí mismo; cómo puedo ocuparme de relatar una historia que yo mismo voy averiguando a medida que la construyo, cómo puedo pasar parte de mi vida instalado en la ficción, haciendo suceder cosas que no suceden, con la extravagante y presuntuosa idea de que eso puede interesar algún día a alguien (...) Todo escritor es aún más lector, y lo será siempre: hemos leído más obras de las que nunca podremos escribir; y sabemos que ese interés, ese apasionamiento, es posible porque lo hemos experimentado centenares de veces; y que en ocasiones comprendemos mejor el mundo o a nosotros mismos a través de esas figuras fantasmales que recorren las novelas o de esas reflexiones hechas por una voz que parece no pertenecer del todo al autor ni al narrador, es decir, no del todo a nadie (...)"


Y muy pronto (espero) la reseña del libro. Je promets.