viernes, octubre 13, 2006

Cuarenta años después

Inspirada en el libro de Zweig, vino a mi mente esta carta de una mujer a su amor perdido hace años:
"¿Podrías reconocerme si me vieras ahora? Han pasado muchos años, demasiados. Mi rostro ya no es el mismo. Las arrugas surcan las comisuras de mis labios, agrietan el contorno de mis ojos, y dibujan un mapa agreste desde mi frente al punto más bajo de mi barbilla. El color de mis pupilas se ha ido desdibujando, aclarándose como le ocurre a la ropa que se lava una y otra vez, el azul que conociste ya no existe como tal. Ahora es un color distinto.
No te culpo por marcharte. No puedo decir que yo habría hecho lo mismo, te he querido siempre demasiado, más de lo que jamás debí quererte, más de lo que a ningún ser humano le debería estar permitido. Pero tu amor era distinto, más mudable y superficial. Decidiste por mí nuestro futuro, te llevaste mis sueños junto a los tuyos, y ahora esos sueños yacen perdidos en algún sitio, porque yo ya he desistido de encontrarlos. Rehiciste tu vida, te casaste y tuviste hijos, y ahora esos hijos te han dado nietos. Es el ciclo de la vida, es la sucesión natural de las generaciones. Es lo que habríamos hecho nosotros de haber continuado juntos.
De veras que no te culpo. En su momento te odié, tanto que el pecho se me abría de dolor cada vez que pensaba en ti. Pero ese sufrimiento, inmenso a veces, no pudo acabar con mis sentimientos hacia ti, no pudo doblegar mi voluntad de no olvidarte. Y por ello sigues alojado en mí, muy cerca de mi corazón y en el centro de mi mente, porque es allí donde has estado desde que te conocí.
¿Volveremos a cruzar nuestros caminos algún día? Yo estoy segura de que te reconocería al instante, sin dudarlo. Sentiría tu presencia kilómetros antes de que tu dulce olor llegara hasta mí. El corazón se dispararía y tendría que sentarme para que mis piernas no se doblaran cual frágiles juncos. Ni siquiera puedo imaginar volver a ver tus ojos. Creo que no podría resistirlo. Creo que sería lo último que viese antes de desmayarme. Pero sabría que eres tú. Incluso cuarenta años después."

sábado, octubre 07, 2006

STEFAN ZWEIG: Carta de una desconocida

¿Hay amor más injusto que el no correspondido? ¿Y si además el objeto de ese amor ni siquiera sabe de la existencia del ser que le desea y le adora en silencio? Estas son las preguntas que se plantea Zweig en esta preciosa historia, deliciosa y cruel a la vez, por cuanto opone a la figura de una mujer enamorada la de un escritor egocéntrico y mujeriego, ignorante del amor incondicional que se le profesa. Carta de una desconocida explora el oscuro terreno de los sentimientos, tan irracionales como sorprendentes. La historia gira en torno a R., un famoso escritor que recibe en su casa una misteriosa carta que le remite una mujer desconocida. En ella, la joven le confiesa su amor, un amor que resistió el paso del tiempo y el desdén del propio escritor, que jamás se percató de su existencia. A través de sus palabras, la desconocida nos revela los momentos más relevantes de su vida, condicionada por ese amor no correspondido desde que por primera vez cruzó su mirada con la del escritor, cuando ella no era más que una niña. Hay momentos terribles en esta historia, sobre todo aquel en que nos confiesa que llegó a acostarse con su amado en dos ocasiones, separadas por varios años, sin que él la reconociese en ninguna de ellas.
Cuando la desconocida comienza a escribir su carta, acaba de ver morir a su único hijo, que en realidad era el hijo de ambos. Ella era quien de forma anónima le mandaba un ramo de rosas blancas por su cumpleaños, una forma de estar presente en la vida de su amado sin romper su silenciosa invisibilidad. Las dramáticas circunstancias que rodean a la muerte del niño le llevan a romper por fin el silencio y atreverse a confesar su amor, sabiendo que su propia muerte está cerca, por lo cual poco ha de temer de las consecuencias de su confesión:
"Mi hijo murió ayer, nuestro hijo.. Ahora ya no me queda nadie más que tú a quien querer. Pero, ¿quién eres tú para mí, tú que no me has conocido nunca, que pasas a mi lado como si pasaras junto a un riachuelo, que me pisas como a una piedra, que siempre sigues adelante y me dejas en la eterna espera? (...) Vuelvo a estar sola, más sola que nunca, no tengo nada, no me queda nada de ti. Ya no tengo ningún hijo, ni una palabra, ni una línea, ni un recuerdo. Y si alguien pronunciara mi nombre ante ti, no le darías ninguna importancia, no te diría nada."
Es difícil que tamaña entrega amorosa pueda darse en la realidad. ¿Amar eternamente a alguien que ni siquiera sabe que existimos? Podría pensarse que nadie en su sano juicio sería capaz de algo así. Es demasiado triste y doloroso. Sin embargo estoy segura de que el libro de Zweig refleja en parte una realidad de la que todos somos conscientes: no siempre amamos a la persona indicada. De hecho en muchas ocasiones nuestros sentimientos nos traicionan dejándonos seducir por personas poco adecuadas, incluso nocivas para nuestra estabilidad emocional. Leyendo este libro, he recordado los casos de muchas mujeres maltratadas física y psicológicamente por sus parejas, que a pesar de ello confiesan seguir enamoradas y no poder vivir sin semejantes monstruos a su lado. ¿Debe ser así el verdadero amor, incondicional pese a todo, aunque la persona amada nos ignore o nos haga daño? Sinceramente, creo que nadie se merece un amor así.